Desde La Paz, Bolivia
El año 2009 Juan del Granadov, un prestigioso alcalde de izquierda de la ciudad de La Paz, decidió auspiciar y gastar fondos públicos en la elección de Miss La Paz. Incluso contrató cuatro horas de televisión pública para trasmitirlo. La coronación de la miss fue el 16 de abril de ese año. La fiesta era en el salón Kantuta del Hotel Radisson. Todo marchaba color de rosa, como estaba previsto.
Activista
Pero cerca de las nueve de la noche y antes de que la reunión se hubiera puesto en marcha, irrumpió en la pasarela una mujer vistiendo una falsa banda presidencial que decía Eva y mostrando una caricatura del alcalde desnudo. Allí empezó a gritar cosas del tipo ‘las mujeres no son objetos y estos concursos lo único que hacen es denigrarnos’ hasta que los guardias de seguridad la sacaron a la rastra del lugar, con bastante dificultad, porque ella se resistía como animal que clava sus uñas en todo objeto a su paso, antes de ser arrancado de donde no quiere que lo espanten. ‘María Galindo se subió al escenario ante la sorpresa de todos’ titularon los programas de televisión. Mientras, el teléfono de Mujeres Creando, la organización que lidera, no dejaba de sonar: ‘vengan a hacer esto aquí por favor’ pedían mujeres de todo el país.
Por cosas como ésta ahora en los preparativos de una reunión de periodistas mujeres en La Paz, hay temor de invitar a la feminista María Galindo. Se dice que es capaz de romper cualquier encuentro. Aunque se la respeta por su ‘consecuencia’ consigo misma y sus ideas. Entonces se decide invitar a una compañera que genera más confianza. ‘La María’ –como le dicen aquí-, sin embargo, aparece de una u otra forma. Alguien critica su agresividad y su compañera la defiende: ‘ella no es periodista, es activista’.
Líder
La Virgen de los Deseos es una casa de dos plantas de color morado ubicada en Sopocachi, un barrio residencial de La Paz. Allí se mueven unas ocho o diez mujeres que son el núcleo más activo de la organización Mujeres Creando. En la casa hay un comedor, una guardería, una fotocopiadora, una librería, un consultorio jurídico que atiende a víctimas de violencia, un hotel y una radio.
En la radio, Maria Galindo se ocupa de leer uno por uno la lista de deudores alimentarios. Dicen que los hombres le temen y con tal de no encontrarse con ella, arreglan sus deudas.
Todo es autogestionado con la figura de cooperativa. A veces logran recursos extras, como cuando participan de las ferias del libro y llevan no sólo su discurso sino remeras, bolsas y unas figuras como la del Evo padre responsable, cargando en su espalda un bebé con un aguayo –esa manta con la que se ve siempre a las cholas llevando niños o bártulos-, y también la de la equeca -en vez del equeco- símbolo de la abundancia. Ambas son pintadas por mujeres que sufren violencia, en un proceso de recuperación que además les da un rédito económico.
El comedor de La virgen de los Deseos está cubierto por una alfombra morada algo ajada, que no logra amortiguar el tambaleo del piso que se produce al caminar encima. En las paredes cuelgan imágenes de mujeres indígenas y grafittis ( ‘basta de racismo’ o ‘pensar es altamente femenino’). Las mesas redondas están cubiertas de un mantel también morado con ribetes con brillos rojos. La Radio de los Deseos, Fm 103.3, es el telón de fondo de un tímido bullicio de voces, la mayoría femeninas, que se citan allí para tomar algo o en busca de algo.
A las 19 hs, se abre la puerta y aparece ella. Aunque no la conozcamos, aunque nunca hubiéramos visto una foto suya, cualquiera podría adivinar que ella es María Galindo. Lleva un saco animal print en tonos marrones y unas calzas grises del mismo estampado. Debajo, unas botas de suela de goma de más de diez centímetros. Sus ojos verdes están envueltos por un marcador negro fuerte y sus sienes rapadas hasta la mitad de la cabeza. El resto de su pelo cae lacio hasta sus hombros.
Siempre hay gente esperando a María. Ella pasa de una mesa a otra y escucha. Al rato aparecen dos mujeres jóvenes y se sientan a esperarla. Cuando ella se acerca, una empieza un relato entrecortado por el llanto. María fuma un habano.
Cuando no está gritando consignas de barricada, María es amable y tiene una voz dulce.
Cocinera
¿Cómo se llega a ser María Galindo? ‘Es una historia muy común con muchas mujeres. Yo creo que toda mi vida he sido feminista y que luego, en un momento de mi vida he podido nombrarlo’, dirá María, aunque parezca tan distinta a la mayoría.
Nació en una casa de clase alta de Cochabamba. Su madre era tremendamente machista. Pero dice que tuvo la suerte de que le gustara mucho el trabajo doméstico porque las que lo manejaban eran las mujeres indígenas ‘trabajadoras del hogar’, como les dicen aquí a las empleadas domésticas. Entonces la cocina ha sido uno de los lugares más importantes de su vida. Un mundo de sensaciones, de amistades, de complicidades, dirá.
María se define como una rebelde, una persona muy difícil en el colegio, en la casa, en todos lados. Pero también profundamente feliz. ‘Esa rebeldía me ha dado a mí muchas cosas. Me he tenido que pelear todos los estadíos, el derecho a leer, a escribir, a no ser una mujer adorno, a no ser la niña bonita’, dice.
A los 18 años, casi guiada por el espanto de vivir encerrada en esa vida de privilegios, María se acercó a la izquierda. En sólo seis meses de estar allí quería irse pero estuvo algunos años tratando de llevarse a todas las mujeres consigo porque la represión, la vigilancia y el control familiar que siempre había identificado con la derecha, también los encontraba en ese espacio.
– Yo quería vaciarlos. Porque las mujeres éramos la logística, la sobrevivencia, el trabajo manual. Ellos eran los pensadores y el pueblo eran las mujeres.
Monja
Ella, que gusta de poner a monjas entre sus performances y que pareciera, según quien la mire y en qué momento, guiada por el diablo, se exilió del país con una visa como monja. Una congregación la ayudó a ubicarse en Roma y allí estudió en una universidad vaticana. Aprendió con curas siendo atea-marxista-leninista-mediofeminista-ymediolesbiana.
A su vuelta, en el año ’92, fundó Mujeres Creando con cuatro compañeras. Pero antes hicieron un intento frustrado de trabajo territorial. Compraron una casa en la zona popular de Villa Fátima, en ese entonces conocida como barrio de prostitutas. Instalaron una farmacia a base de medicina tradicional y una tienda de alimentos naturales. Hacían tónicos caseros e invernaderos. ‘Pero pasó algo muy grave -cuenta. Una de nuestras compañeras que hacía el trabajo de salud siempre recibía violencia y llegó a morir por violencia. Entonces nosotras volcamos esto al barrio de una manera muy drástica. Pero el barrio se negó a asumir que esa mujer había sido asesinada; el hombre se victimizó y me hizo ver como la loca de la esquina. Entonces, nosotras hicimos un análisis y dijimos ‘lo que ha sucedido es que el barrio sin cuestionar sus estructuras de poder y violencia ha asimilado nuestro trabajo; hay que crear un movimiento de incidencia pública’.
Así, de hacer tónicos contra la desnutrición y viveros, saltaron a Mujeres Creando en el escenario público.
¿Qué fue lo primero que hicieron? Graffitis. Dejó de pintar ‘Patria o Muerte’ que toda la vida le habían causado nauseas, para escribir cosas como ‘Desobediencia por tu culpa voy a ser feliz’ o ‘Sé feliz, abandona tus privilegios’.
Desde entonces hicieron de todo. Panfletos, siempre. Acciones en la calle, preparar comida para vender, y hasta programas de televisión.
Guionista
La propuesta vino del director de un canal de TV, Carlos Mesa, quien luego sería presidente de la República. Les ofreció ocho horas en el horario central. Luego de preguntarse y debatirse si debían o no entrar la propuesta del mercado, dijeron sí… pero sin censura. Así fue como sacaron una serie de televisión que María define como fa-bu-lo-sa. Ocho semanas para decirle al país que eran una propuesta política.
-El trabajo estaba basado en una acción en la calle, que comprendía una serie de metáforas donde el público al que filmábamos era el protagonista. La primera fue sobre la utopía e instalamos un comedor en la calle y comimos con la gente. La segunda fue sobre la memoria -en ese momento era presidente Banzer, que es como si Videla hubiera vuelto como presidente demócrata-; nos arrestaron. Después se desató toda una persecución sobre nosotras. El tercero lo dedicamos a la justicia, tomamos el Palacio de Justicia. Entramos disfrazadas y armamos un quilombo que te lo dedico; fue muy estético, muy bello. El cuarto fue sobre racismo, el quinto sobre el trabajo de las mujeres, el sexto sobre lesbianismo… Toda la tecnocracia de género pidió que nos saquen porque empezamos a denunciar, con Atem de Argentina, la Cumbre Mundial de las Mujeres porque se manejó a través de las ongs, y ahí se señalaba ‘tu vas o no vas, si estás con la política neoliberal vas’. Fue un boom brutal (En estos días, publicó una opinión en el diario La Prensa diciendo que rechazó una propuesta del PNUD de escribir mil palabras sobre un informe, basada en sus dos críticas más escuchadas contra lo que llama la ‘onegeización’ y la ‘tecnocracia de género’).
En uno de sus programas (¿o una de sus acciones en la calle? No se distinguen demasiado), María puso en fila a varios hombres, les hizo exhibir sus penes desnudos y se los pintó de colores. Imagínense el público. Más tarde, la propia María entrevistó a una chola que había presenciado todo desde su puesto de venta. Le preguntó cuántos hijos tenía, eran muchos. Y luego:
-¿Y de qué color es el pene de su marido?
-No sé, rojo, verde…
Política
Ese día, como tantos otros, terminó presa y golpeada. Algo que asume como parte del guión de toda lucha social.
-Todas las acciones suponen para mí un fuerte desgaste físico por lo que suelo retirarme varios días a descansar. En el caso de que salga golpeada, me curo con hierbas, baños y fricciones, con mucha dedicación varios días. Me disgusta pero asumo que es parte simplemente porque cuando pones el cuerpo en la calle pueden pasar muchas cosas.
Hablar de lucha social en Bolivia remite al proceso de cambio que está liderando el presidente Evo Morales. Sin embargo, la visión de María es bastante crítica. ‘La María es la principal voz cuestionadora del gobierno’, dirá una periodista.
-¿Cuál es tu visión del gobierno de Evo Morales y como está tratando a las mujeres?
Es un gobierno fruto de una agenda y un esfuerzo social muy interesante y por eso tiene una legitimidad muy importante, sin embargo, creo que es un proceso de desgaste muy grande en el que está entrando. Hemos pasado de un gobierno con legitimidad a un gobierno caudillista. Es muy discursivo pero la gente no come discursos, y no tiene capacidad de gestión. Además es conservador en educación, salud. En cuanto a las políticas por las mujeres, son muy conservadores. Que en el 50 por ciento del gabinete estén mujeres… son mujeres dóciles, funcionales, que funcionan como adorno, como un tapabocas del proceso organizativo de las mujeres. Tienes el bono Juana Azurduy, que paga a la mujer embarazada en función del producto, del bebé. Esa es una política que operó el fascismo en todas las sociedades del mundo. No estoy diciendo que Evo es fascista, pero eso es una política fascista. Quisieron realizar el Miss Universo, hicimos una cantidad de protestas brutales y cedieron. Son erráticos.
Hasta aquí llega María porque debe atender a un señor que la espera desde hace rato en la mesa de al lado. Desde allí dice que también hicieron una Constitución Política Feminista del Estado. No lleva la falsa banda presidencial de Eva, como en alguno de sus actos públicos, pero hace política a cada paso. ¿Se imaginan a María presidenta?
Fuente: Artemisa Noticias