
Por Coca Trillini
Estoy participando del Foro Internacional sobre los derechos de las Mujeres y de pronto siento que entro en el túnel del tiempo. Viene a mi memoria una visita realizada a las tías Juana y Enriqueta al asilo de ancianos que había en La Matanza, en el Hospital Italiano. Debía tener entre ocho y diez años; tengo una imagen borrosa de dos camas una al lado de la otra. Recuerdo que me llamó la atención que en lugar de paredes que separaran las habitaciones, como en mi casa; había largas telas que colgaban de un caño en el techo. No olvido ni aun hoy las emociones que sentí: era un lugar feo y las tías estaban tristes y yo no entendía por qué estaban ahí.
Ahí significaba que ya no cosían más mi ropa interior con puntillas e iniciales, y que nadie nos hacía ni a mi, ni a mis hermanos los sándwiches de pebete con jamón crudo que nos daban los domingos por la tarde, cuando íbamos a casa de la abuela, donde vivían.
¿Saben cuál es la mayor “factoría” de Argentina? Los hogares donde las horas de cuidado no tienen principio ni final. Sería más desestabilizante para la sociedad argentina una huelga de abuelas, que una huelga de colectiveros, dice María Ángeles Duran frente a las participantes al Foro, luego de explicar que quienes quieran la información dura, economicista, la pueden leer en la publicación entregada al inicio del mismo.
Duran continúa marcando la diferencia de necesidad de cuidados: la infancia termina y da lugar a un adulto que ya no necesita de cuidados, mientras que la cuidadora se va transformando en un adulto mayor que compartirá los cambios demográficos que significarán que en el año 2050 en el mundo serán siete veces más las personas con ochenta años.
¿Cuál es la mayor riqueza que puede tener una persona hoy? Que la cuiden sin pago. Porque al igual que otros derechos humanos de las mujeres, quienes pueden pagar servicios tendrán cuidados y quienes no, vivirán como perros; Ángeles se atreve a afirmar en la sala repleta de mujeres, que asienten con la cabeza mientras ella habla con la energía de quien se sabe parte de la experiencia narrada.
Si se preguntan quién es esta socióloga, muchos expertos no dudarán en señalar a María Ángeles Durán -64 años, casada, tres hijos-, como una de las primeras figuras de la investigación social española. Su obra ha sido publicada en inglés, francés, alemán, portugués, italiano y catalán. Premio Nacional de Investigación en 2002, catedrática de sociología y profesora de investigación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), ha trabajado para la Unesco, la OMS, el Centro de Estudios Constitucionales, y en 2005 recibió -al mismo tiempo que Iñaki Gabilondo, Joan Manuel Serrat o José Luis Sampedro- la Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo. Autora de numerosos libros y publicaciones relacionados con la mujer y su entorno sociolaboral y familiar, el empleo del tiempo y la economía de la salud (Los costos invisibles de la enfermedad y Diario de batalla. Mi lucha contra el cáncer), sus investigaciones se han acercado también al urbanismo y el arte.
Mis tías han vivido un tiempo sin tiempo que hoy nos muestra la necesidad de favorecer un movimiento ciudadano de reflexión sobre la posibilidad organizar el tiempo de otra forma, sabiendo que esta posibilidad es ejerciciodel poder y la democracia. Dice Durán: “me contentaría con que el tiempo deje de ser invisible”. Agrego que el que nos regalaron las tías lo fue.
Cuando los temas son dolorosos, mirarlos desde la complejidad y el humor puede ser una forma de acercarnos a lo naturalizado. Continúa su reflexión Durán: Cuando muere un varón por lo general está guapo – se ríe la audiencia-, porque no se gastan realizando la triple jornada; cuando muere una mujer no sólo es más vieja porque vive más años, sino que ha vivido varias vidas en su vida. Cuando muere un varón, en su mayoría tiene dinero, ya que lo que ha ganado, lo ha guardado. Cuando es el tiempo de las mujeres, son pobres no sólo por que han vivido más sino porque tienen las pensiones más bajas por una amplia gama de situaciones que incluyen ser cabezas de familias extendidas una vez jubiladas. Cuando un varón mayor muere está feliz, ya que si se ha separado, ha vuelto a formar pareja con una mujer más joven que él, que lo cuidará hasta su último momento -se reiteran las risas en la sala. Las mujeres mayores mueren solas habiendo tratado de democratizar el cuidado durante mucho tiempo de su vida, sea dedicándose ellas mismas al cuidado, o pagando los servicios necesarios en la juventud para que ella pueda continuar trabajando.
Hay resistencia de parte de los varones a entrar con la misma potencia en los hogares y algunas mujeres, más jóvenes sobre todo, sienten culpa si encuentran en sus compañeros algún intento de similitud a las mujeres, en todos los aspectos.
Estamos viviendo el inicio de una crisis de cuidado, que se verifica en un desequilibrio en las políticas públicas que no están garantizando el derecho al cuidado.
La división sexual del trabajo y de los roles, es una situación que no da respuestas a las necesidades emergentes. Basada en el trabajo no remunerado de las mujeres, la sociedad civil está subvencionando al Estado.
En la actualidad el cuidado es generador de pobreza: cuidar de niñas/os, ancianos, gestar, etc., crea lo que Durán llama los atascos; los atascos son los agujeros negros por los que se escapa nuestra vida cotidiana. La donación de tiempo responde a criterios socioculturales, tiene costos y renuncias; allí desaparecen proyectos, oportunidades, vocaciones, cuando no la salud física y mental. El cuidado del hogar es funcional y con afecto; solemos concebirlo con alegría, sin embargo a veces nos obligan a cuidar sea explicita o implícitamente, por coerción o violencia cuando no tenemos servicios o dinero. No hay en América Latina una oferta pública que responda a las demandas, la oferta privada es escasa, estratificada y costosa.
Una democracia avanzada debe incorporar en su agenda política la redistribución del tiempo, por que estamos hablando de políticas públicas que deben dar respuesta a las mujeres más pobres de A.L., a las que no se les está garantizando su derecho al cuidado.
También hay diferencia entre las edades de las mujeres y lo que se espera de ellas en cuanto a cuidado. Mientras que entre los más jóvenes la participación de las mujeres duplica a la de los hombres, a partir de la jubilación las proporciones se hacen casi iguales. Los abuelos siguen sin participar en algunas tareas domésticas, pero al menos sí en el cuidado de los nietos. Las mujeres mayores de 75 años que cuidan niños les dedican siete horas, y sus maridos, sólo cuatro y media.
Temas para pensar, situaciones para reflexionar, exigencias para reconocer, escribo esto mientras mi nieto está durmiendo, si se despierta tengo que llevarlo a la plaza así que seguiré escribiendo mañana. ¡Gracias tías!