Y un día me convertí en esa madre que aborrecía (Editorial Capital Intelectual, 2010)
A partir del nacimiento de su primer hijo, la autora siente que su vida, como la había concebido hasta el momento, se agrieta. Su carrera profesional queda en el olvido, sus relaciones se limitan a encuentros con gente con hijos, su pareja se convierte en una especie de hermano postizo y otros personajes cobran relevancia inusitada: la niñera, la madre y una autora de libros sobre la maternidad.
La falta de sueño y los dolores físicos producto del cansancio la tienen en un estado de angustia pero también de excitación constante (después de todo tener un bebé también es tan maravilloso como había escuchado) y sin embargo este es también un momento de sorpresa y redescubrimiento de sí misma.
Su historia, como la de muchas otras madres que hasta el momento de serlo se consideraban mujeres independientes, permite repensar el complicado proceso de crianza de un hijo y el de hacerse madre desde el humor y también la desolación.
Estas son las páginas de un diario imaginario en el que se registra aquello que ya no será: el primer dibujo del hijo, las ocurrencias infantiles, las sucesivas adaptaciones al jardín o los interminables broncoespasmos. Se trata además de un diario absurdo porque carece de cronología certera y cobija distintos géneros literarios para también hablar de peleas conyugales, búsquedas personales o recuerdos familiares e imaginarios del mundo en el que se cría ese hijo.
El resultado: un relato fragmentario, escrito desde la subjetividad femenina, que se mueve en el borde entre lo testimonial y la ficción, para dar cuenta de una maternidad mucho más negra de lo que todavía nos siguen contando.