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15 PREGUNTAS A UNA ESCRITORA: ANGELICA GORODISCHER

gorodischer2Angélica Gorodischer escribió más de 30 libros de cuentos y novelas. Hoy se cumplen 83 años de su nacimiento en Buenos Aires, aunque vivió siempre en Rosario. Allí se desarrolló esta entrevista. Se la pudo ver, delgada y enérgica -todos los días a las 7 de la mañana está en el gimnasio para hacer su rutina de aparatos-, charlatana y chistosa, como se la puede entrever en sus relatos. Y aunque alguna vez dijo que las mujeres tenemos que dejar de cocinar, recibió a esta cronista con una torta de limón húmeda y tan fresca como la fruta misma.

Esta entrevista inaugura una serie en la que haremos las mismas preguntas a diferentes escritoras con el fin de reflexionar sobre la escritura de mujeres.

-¿Hubo un día que decidiste ser escritora?

Sí, a los siete años. Lo que pasa es que yo nací entre libros, cosa que es muy interesante. Pero hay otra gente que no ha nacido entre libros y ha terminado escribiendo, por ejemplo Griselda Gambaro, que yo creo que es la mejor escritora argentina y nació en una casa muy modesta y que no tenía libro pero a la vuelta de la casa había una biblioteca, así que ella también tuvo contacto con los libros temprano.

Yo tuve contacto con los libros porque en mi casa había libros, mi mamá leía mucho, mi papá también leía mucho. Yo desde chiquita jugué con los libros porque era una chica muy solitaria, tuve una familia muy ‘cuidadosa’ entre comillas, Dios mío, así que era una criatura sola, no tuve primos. Tuve doce tías pero ninguna tuvo hijos. Todas se casaron eh, todas mataron oportunamente a sus maridos y ninguna tuvo hijos, así que yo quedé ahí como de muestra. No tenía amigos porque mi familia se oponía: ‘quién sabe con quién te vas a juntar’, así que yo jugaba con los libros, sobre todo con los libros de arte que tenía mi mamá, y miraba las figuritas. A los seis años te podía decir quién era Goya y quién era Velázquez. Y no es que yo fuera un genio, sino que estaba todo el día con eso, miraba las figuritas. Y un día aprendí a leer, no sé cómo, a los cinco años. Mi mamá decía yo había aprendido sola, pero me parece muy difícil, me debe haber enseñado alguien, una muchacha, una niñera, algo así. Si yo no fui a la escuela al principio, tenía maestra en mi casa, no me hagas acordar, qué horror. Hasta segundo grado, hasta que el pediatra dijo ‘si ustedes quieren tener una chica normal mándenla a la escuela’. Yo no sabía lo que era la escuela, el primer día que me metieron a la escuela yo no sabía qué hacer, no entendía nada. Ese es otro tema.

La cuestión es que yo aprendí a leer, que es una de las cosas más importantes que me pasaron en la vida. Eso y conocer al Goro (su marido). Entonces a los cinco años de repente aprendí a leer y veo lo que decía ahí esos signitos, lo que significaban… me volví loca y empecé a sacar libros de la biblioteca hasta que mi mamá se dio cuenta de que yo leía. Y me dijo ‘bueno, qué lindo, que yo podía leer, etc, etc, pero que este estante, de acá hasta acá no mijita, eh. Eso usted lo va a leer cuando sea grande (de usted)’. Mi mamá se dio vuelta y yo empecé a sacar los libros prohibidos. No entendí casi nada. Pero la cuestión es que leí, leí, de todo, de todo. Había libros de historia, leí por ejemplo la vida diaria de los egipcios, qué se yo. Cualquier cosa que me llegaba a las manos yo leía, leía, leía, junto con el Billiken. Siempre fui una lectora desordenada y omnívora que yo creo que es muy saludable. Y un día, tirada ahí de panza sobre una alfombra leyendo Las minas del rey Salomon, dije ‘yo quiero escribir esto’ pero eso ya estaba escrito, entonces dije, ‘yo voy a ser escritora y voy a escribir otra cosa pero así’. Ese día yo decidí que iba a ser escritora.

-¿Y cuándo escribiste tu primer cuento?

No me acuerdo. Supongo que en la escuela. Todo el mundo odiaba cuando la maestra decía ‘ahora una composición’ y yo ‘qué regio’, escribía, escribía.

-¿Existe una escritura femenina?

Es un tema bastante resbaloso, no hay muchos límites; bueno en la literatura no hay límites. Pero digo, hay textos escritos por mujeres y hay textos escritos por mujeres que podrían haber sido escritos por un varón y hay textos escritos por mujeres que tienen conciencia de género. Eso es lo que yo llamo literatura femenina, que no significa que sea literatura ideologizante. La literatura ideologizante me rompe los ovarios, para decirlo suavemente. Pero creo que muchas de nosotras escribimos con conciencia de que somos mujeres y que estamos escribiendo desde el ser mujer. Y en eso yo recurro siempre a lo que dijo Virginia Woolf, que tenía un poco más de autoridad que yo para hablar de esto: ‘no es que los varones escriban sobre la guerra y las mujeres escribamos sobre los bebés, es que cada género escribe sobre sí mismo’. ¡Y tiene razón! Escribís a través de tu género, no hay otra, eso es maravilloso.

-¿En qué te diferencia ser mujer a la hora de escribir, ser una escritora mujer?

Hay muchas diferencias, está la diferencia personal, que una está escribiendo, como te decía recién, con conciencia de género. Y después está lo otro que uno sabe que puede escribir una obra genial, maravillosa, pero que el prestigio va a ser del varón, nunca va a ser de nosotras porque los núcleos de poder siguen siendo masculinos. Entonces te encontrás con un señor como Vargas Llosa, que gana el Premio Nobel (no me importa su posición política, tiene todo el derecho del mundo a hacer lo que se le da la gana) y ha escrito tres novelas estupendas pero el resto da vergüenza, porque da vergüenza, son malísimas. Yo he oído incluso a varones que dicen ‘yo no leo lo que escriben las mujeres, no me gusta’. ‘Pero escuchame pedazo de pelotu.. de tonto, qué estás diciendo’, es una cosa terrible, pero es así.

-¿Qué es ser escritora para vos?

Cuando una tiene la necesidad de escribir, es escritora. Hay mucha gente que te dice ‘me gustaría escribir’. Lo dicen como un sueño, como un deseo. Pero no me acuerdo quién dijo hace poco ‘quien dice que quiere escribir y no escribe, no quiere escribir’. Eso es cierto.

-¿Para qué sirve escribir?

A mí para vivir. Yo no puedo concebir la vida sin escritura. Yo necesito escribir. Mirá, yo no tengo talleres porque no creo mucho en la técnica del taller, pero tengo una cosa que me inventé yo misma que se llama ‘Grupo de reflexión sobre la escritura’. Tengo dos grupos, vienen sobre todo mujeres, no es que yo haya pedido eso. Los varones llaman, pero no vuelven a llamar. Entonces, ahí me encuentro con chicas que escriben bastante bien, y algunas muy bien, pero hay dos que son escritoras. ¿Por qué? Porque tienen la necesidad absoluta de escribir. Para las otras es una parte de su vida. Para las que te digo que son escritoras, es su vida. A mí me pasó lo mismo, yo tenía que escribir. Era como decir que a las seis de la mañana sale el sol. Había que hacerlo.

-¿Quiénes te inspiran para escribir, o a quiénes admiras?

No, yo no me inspiro en nada. Trabajo. Como dijo, tampoco me acuerdo quien lo dijo pero me parece maravilloso: ‘vino la inspiración y me encontró trabajando’.
Admiro a Clarice Lispector por ejemplo, a Virginia Woolf desde ya, a Griselda Gambaro por supuesto, a un montón de mujeres. A varones también, Humberto Eco me encanta, sus ensayos. Alejo Carpentier me encanta. Hemingway, que era una mala persona, pero qué buen escritor. Chesterton, toda la novelística inglesa del siglo XIX que estaba copada por varones, me parece maravillosa. La novelística española del siglo XIX también, toda esa gente me enseñó mucho a mí.

-¿Rituales o manías antes durante y después de la escritura?

Tengo que estar tranquila para escribir. Ahora lo estoy casi siempre. En invierno escribo en mi casa porque anochece muy temprano y es medio deprimente acá (un estudio en el fondo de la casa).

Necesito tener lo que Clara Coria llama tiempo psíquico. Es decir por ahí tenés media hora pero la aprovechás bárbaro, y por ahí tenés tres o cuatro horas y no, porque ‘tengo que ir al banco, tengo que hacer tal cosa o tal otra…’, bueno, no podés.

No tener frío. Haber hecho las compras en el supermercado. Si todo está listo, le meto nomás. Una siempre se sabotea un poco: ‘no voy a escribir ahora porque tengo que hacer tal cosa’. Antes tenía horario a la mañana, ahora lo tengo a la tarde, porque mi marido está jubilado y se queda en casa a la mañana y siempre un marido es exigente.

-¿Quiénes te leen? ¿Tenés relación con tus lectores o lectoras?

Rosario es distinto de Buenos Aires. Yo salgo acá y me conoce todo el mundo: ‘ah, usted es la escritora’ (risas) pero además me conoce la ciudad porque me ven por televisión porque me invitan. No porque me hayan leído, aunque hay mucha gente que me ha leído, pero yo no puedo andar por la calle. En una cuadra me paran tres tipos. Eso es agradable, pero a mí no sé, me da no se qué… digo algún día se van a dar cuenta de que todo esto no vale nada (más risas).

-La crítica…

No, no, no… me ne frega. Es decir, me encanta que me digan que soy un genio pero no me la creo. Y si me dicen que soy otra cosa, tampoco me la creo. ¡No te lo creas, jamás!

-¿En qué género te sentís más cómoda?

Lo único que hago es contar cuentos. Quiero decir contar peripecias. Nunca escribí un poema, nunca. No puedo escribir otra cosa. Yo tengo que contar lo que pasa. Siempre cuento un cuento. Yo digo que el señor todopoderoso tiene que ver qué van a hacer las almas que tiene a su disposición entonces cuando llegó a mi alma la miró y dijo:
– ¿Con esta qué hago?- Y el Ángel San Gabriel le dijo:
-No sé señor, vos sabrás.
-Bueno, que sea paracaidista.
-Nooo, no -dijo san Gabriel-, no señor, porque tiene vértigo.
-Entonces, no podemos -dijo el señor-, entonces cantante de ópera (me hubiera encantado).
-Nooo, no puede entonar ni el arroz con leche
-Entonces ¿qué hacemos con ella? Bueno, que vaya y cuente cuentos.
-Ay, qué buena idea señor, bueno, como todas las tuyas.
Y me mandó acá a contar cuentos, a contar las cosas que no sucedieron nunca a gente que no existió jamás. Eso cuento.

-¿Qué libro te falta escribir?

Varios. Tengo dos novelas terminadas y un libro de cuentos.
Y empecé otra, esa me falta escribir. Está recién empezada. Meta escribir principios. Porque siempre me gusta empezar in media res, es decir, cuando el lector dice •’¿qué, qué pasa?’. En ese sentido hay un libro policial que se llama ‘No toquen la guita’ y empieza: ‘cuando el Corto dijo eso todo el mundo se quedó callado’. Vos decís ‘¿merda, qué pasó acá?’. Eso quiero.

-¿Planificás las estructuras de tus libros o cuentos antes de empezar, sabés cómo terminan tus historias?

Sí, yo necesito planificar. Después me doy permiso para traicionar ese plan pero necesito tener donde pisar. Una vez que tengo eso, le meto. A veces lo respeto, a veces no, a veces cambio partes o totalmente.

-¿Qué escribiste hoy?

Hoy escribí varios emails. No escribí nada porque esta tarde tengo que ver a uno de mis chicos que se va a México.

-¿Qué se dirá de vos dentro de 10 años?

Qué se yo. Dirán: ‘bueno, era una mina interesante que escribió mucho -Porque la verdad que escribí mucho, llevo como 30 libros-. Algunos no eran malos. Era una tipa divertida y muy optimista -Qué se yo-. Y tuvo unos hijos maravillosos’.

Fuente: Artemisa Noticias