María Esther Vazquez se define como una mujer de suerte. Se codeó con Jorges Luis Borges y las hermanas Ocampo, y esa suele ser la referencia obligada al nombrarla. Pero hay mucho más para conocer de ella. Periodista y escritora, es una narradora deliciosa y ocurrente. Al hablar, como si estuviera contando un cuento, su relato se va abriendo en múltiples paréntesis que llevan a conocer numerosos personajes secundarios a la historia principal pero que dan ganas de conocer hasta el final. En esta entrevista, respondió las 15 preguntas de rigor, y contó tantas pequeñas historias como le fue posible.
Por Sonia Santoro
“Estoy como el oso polar”, dice María Esther al recibir a esta cronista en su casa. El tremendo 24 de diciembre pasado, la dejó aniquilada por el calor, como el oso del zoológico porteño que finalmente murió. Así y todo, charló frondosamente durante más de una hora.
María Esther trabajó más de 40 años en La Nación con sucesivas columnas. Es autora de una veintena de libros. Entre ellos los libros de cuentos Los nombres de la muerte y Desde la niebla; de los ensayos Introducción a la literatura inglesa y Literaturas germánicas medievales -escritos en colaboración con Jorge Luis Borges-; y las biografías Victoria Ocampo y Borges.
Recibió el Premio Konex(1987 y 2004), el Premio Comillas de la Editorial Tusquets en España (1995) y el Premio de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires (1997).
En estos momentos, dirige la fundación Victoria Ocampo y está terminando un nuevo libro de cuentos.
-¿Hubo un día en que decidiste ser escritora?
No sé. Escribí desde que recuerdo. Es más, cuando entré en la primaria, mamá era amiga del colegio público del barrio y como yo cumplo años en agosto, mamá debe haber pensado que el mundo se partía en dos si yo perdía un año y empezaba a los seis y medio. Entonces la directora le dijo “enseñale un poco, yo le tomo un examencito y si la chica está a la altura de los compañeritos la meto en primero inferior”. Entonces a mamá se le fue la mano, me enseñó tanto que sabía todo lo de primer grado. Así que me iba al patio a jugar. Total que terminé la primaria a los 11 años, la secundaria a los 16 y ahí ingresé a la facultad.
-¿Cuándo escribiste tu primer relato?
Cuando tenía 11 años me rompí una pierna. La maestra me mandaba lo que había hecho en el día y a veces venía a casa. Mamá me regaló dos libros: David Copperfield y Dos años de vacaciones de Julio Verne. Entonces yo escribí a la manera de Julio Verne, sobre una serie de siete u ocho chicas. Por suerte esto se perdió. Pero creo que he escrito desde siempre.
Ya en sexto grado escribí una obra de teatro. Yo siempre he sido bastante debilucha y nunca he tenido nada de fuerza. Había una chiquita que vivía al lado de casa y yo le hacía los favores de hacerle los trabajos de composición con la condición de que me llevara la valijita al colegio. Así que imagínate que no sé cuando empecé a escribir.
El primer premio lo tuve en el Liceo de Señoritas Nº2, en Primera Junta. Me gané el primer premio literario y la directora no podía entender con lo molesta que yo era. Tenía que escribir sobre un libro. Escribí algo llamado “Yo soy la Biblia”. Fue el mejor texto del colegio que éramos 1000 chicas.
-¿Existe una escritura femenina?
La escritura es universal. Las mujeres escribieron desde mucho tiempo atrás. Pensá que estáMadame de Staël, que tuvo un éxito muy grande en su momento. Ella tenía un título nobiliario y claro, eso ayudaba. Y ya en el siglo 12 o 13… y antes Gouda escribió para su hijo un tratado de educación. Yo no creo que haya literatura masculina o femenina.
Jean Austin escribió sobre el problema de las mujeres de su época que era o se casaban, si tenían dote, y si no, si eran las segundonas o los padres no tenían dinero, podían ingresar en un convento o quedarse en la casa; eran la tía solterona a partir de los 27 años. Pero las mujeres han escrito siempre. Además, si vos te fijás en una sala de conferencia la mayoría del público está compuesta por mujeres, que tienen otro trabajo, no por mujeres ociosas.
-Pero eso no hace que sea distinta la escritura…
No. en Austin hay un principio de rebeldía en contra de una sociedad que creía que las mujeres que escribían eran casi prostitutas, como las mujeres actoras. Siempre hubo una especie de prejuicio en contra de las mujeres. Mujeres de pelo largo y entendimiento corto se las consideraba.
Yo tuve la suerte de criarme en un matriarcado porque mi papá murió cuando yo tenía 12 años y mi abuela perdió a su marido cuando nació su último hijo. Había muchos chicos en la casa. La condición era no mentir, no jorobar a nadie, no pelearse, estar todos en la casa a las 10 de la noche. Las reglas de mi abuelita eran inflexibles. Me acostumbré a hacer la vida de los varones.
-¿Qué es ser escritora?
Nunca me lo pregunté. Pero es responder a una vocación y a una necesidad de escribir. Así como hay chicas que desde chicas les apasiona bailar, es una necesidad que tiene la niña de expresarse con el baile. Ahora en mi juventud había chicas que tenían un don admirable para la plástica, yo que nunca he podido dibujar ni siquiera un burro, me quedaba admirada.
-¿Para qué sirve escribir?
Yo creo que es una cuestión de necesidad espiritual que se une a una necesidad estética. Por eso no te puedo decir cuando decidí escribir, sino que para mí fue algo natural. Y creo que es algo natural dedicarse a un arte determinado.
-¿A quiénes admiras o te inspiran?
Yo admiré muchísimo desde que empecé a leer, creo que a los 17 lo leí a don Ramón María del Valle Inclán. Con esas dos vertientes, la intimista y la otra que inspiró a todos los latinoamericanos.
Don Ramón me marcó muchísimo.
Toda la literatura inglesa también me marcó muchísimo. Sobre todo la narrativa corta, el cuento y la poesía. En una época los diarios de Inglaterra publicaban y pagaban cuentos cortos entonces todos los escritores se dedicaron a escribir cuentos cortos, con lo cual hay una cantidad de cuentos maravillosos.
Después leí mucho y me gustó mucho Herman Hesse, incluso leí toda la parte poética, que es muy poco conocida porque hubo un gran profesor que se llamó (Angel) Battistessa. Se recibió en la Facultad como profesor de Letras a los 22 años de profesor y cuando murió, cerca de los 90, seguía enseñando. Cuando él te enseñaba algo… una vez recitó la canción de Mignon de Goethe y yo pensé si este viejito, ha hecho una cosa tan maravillosa con este poema… entonces me inscribí en el curso de alemán para leer en original… es decir son los profesores maravillosos que te abren la puerta para que busques.
Yo he tenido mucha suerte.
Después he leído a Borges, al que conocí muy joven. Incluso no había terminado la universidad y fui contratada para trabajar en la Biblioteca Nacional en el despacho de la Dirección. Y conocí mucho a Mallea, totalmente tirado hoy al olvido, y conocí y quise muchísimo a (Manuel) Mujica Lainez.
-¿Tenés rituales o manías antes, durante o después de escribir?
Escribo cuando se me da la gana y donde puedo.
Siempre a máquina. Primero tuve una Letter 22 una maquinita chiquita Olivetti, después era eléctrica, con lo cual tocabas y ya salía. Y después en los 90 cuando salieron las primeras computadoras manuales, tenía un archivo, al principio de 3 carillas, y después de 30. Entonces vos estabas escribiendo y a las 30 se acababa, entonces tenías que abrir un segundo archivo. Desde los 88-90 tuve computadora. Era muy primitiva. La impresora hacía un ruido que te lastimaba los dientes.
Ahora tengo una notebook y no puedo escribir a mano ya. Ni yo entiendo si escribo algo a mano. Así que desde que tengo uso de razón he escrito a máquina, desde los 13 años.
Además escribo en cualquier parte.
-¿Quiénes te leen, tenés vínculo con tus lectores?
Sí porque de pronto una persona a la cual no conozco me dice “mirá yo soy fulano, trabajo en tal editorial y quería pedirte los derechos de tales y tales cuentos para una antología”. Ahora me han pedido un cuento para una antología de casas encantadas. Ese cuento debe tener 30 años. Me acordaba vagamente del cuento…
Y después recibo muchos libros de gente que sabe de mi existencia, que no sé dónde encuentran mi domicilio, para que los lea y les dé mi opinión.
-Qué complicado…
No, me dio una fórmula Manuel Mujica Láinez que es fantástica. Vos recibís el libro hoy al mediodía y a la tarde le escribís que agradecés muchísimo y que lo leerás con gran placer y la mandás. Quedás bien y después Dios dirá.
Hay algunos libros que son tan ingenuos, no tienen nada que decir, esos son los que más lástima te dan porque vos sabés que ese libro se perderá en los espacios astrales. Ocurre mucho con la gente que tiene más de 60 años.
-La crítica…
En general la crítica ha sido buena… y también mala. Pero si te digo la verdad me importa un comino.
Me acuerdo por ejemplo de un libro que escribí de Manuel Mujica Láinez. El padre hizo una mala jugada en la Bolsa y quedó en la calle pero conservaba una quinta en El Tigre a nombre de la madre. Él era ministro y cuando llega Hipólito Yrigoyen renuncia, entonces le queda una pensión. Y con eso se van a vivir a Paris porque en ese momento Paris era mucho más barata que Buenos Aires. Los llamaban los argentinos excéntricos…
Entonces yo cuento eso en el libro y un señor me manda una carta muy insultante diciéndome que nunca en la vida Paris fue más barato que Buenos Aires y que soy una mentirosa. Eso salió en un diario, lo recuerdo, pero lo rompí, lo tiré a la basura y adiós.
-¿En qué género te sentís más cómoda?
En cuento. Aunque el primer premio que me dieron fue por un libro de poemas. Y de vez en cuando escribo poemas pero con un poeta en la familia (el marido Horacio Armani) basta.
-¿Qué libro te faltó escribir?
Tantos… No, estoy escribiendo un libro de cuentos en el que me siento muy cómoda porque solo trato un tema.
-¿Planificás la estructura de los libros?
No. el tema me gustó. Escribí un cuento donde descubrí que era un tema aprovechable. Después escribí dos cuentos, que tengo el principio y el final. Pero no sé siempre el final. Una vez tenía una frase que me encantó y después escribí un cuento pero no tenía idea de lo que iba a escribir. Eso le pasó a Cortázar una vez.
No planifico nunca nada.
-¿Qué escribiste hoy?
No escribí. El otro día me dio un golpe de calor y pasé todo el día con una bolsa de hielo en la cabeza. Me sentí morir. Y yo me acuesto muy tarde. Son las dos de la mañana y estoy leyendo en la cama.
Estoy leyendo una cosa que me fascina, que la leo como una novela, la historia de la nación argentina, que escribió María Sáenz Quesada. Vos te vas deslizando como si fueras en una canoa por un río tranquilísimo.
-¿Qué se va a decir de vos dentro de diez años?
Si se dice algo, se va a decir: escritora y periodista que escribió algunos libros y una biografía sobre Borges. Todo lo demás queda en el olvido. Si Borges no cae en el olvido. Si hoy Borges tuviera que buscar editor no lo encuentra…
Yo conocí a Borges cuando tenía 18 años cuando un amigo en común me dijo que necesitaban a alguien en la Biblioteca. Me mandaron al despacho de Borges. Yo no sabía hacer nada. Pero como Borges dictaba lentamente podía seguirlo muy bien. Ahí conocí a mi marido. Después me fui con una beca a Europa y después no quise volver. Pero iba a trabajar con Borges. Y él me llevó a Sur. Me presentó a todo ese mundo. Entré a la puerta grande presentada por él. Entré como si fuera alguien y no era nadie.
Angélica Ocampo, que tocaba maravillosamente bien el piano y el violín, me hice bastante amiga de Angélica. Más que de Victoria, Victoria te daba miedo. Porque significaba Sur, un montón de libros, una editorial, significaba que salía el libro de Camus en Paris fresco de la imprenta y Victoria lo traducía. Teníamos al alcance de la mano todo el mundo europeo, norteamericano.
Así que en realidad yo no elegí nada, todo me vino así. Estoy contenta de haber hecho la vida que he hecho. Creo que sacando algunas burradas que he hecho en mi vida, haría todo igual.