PREJUICIOS

Frívolas, mandonas, débiles e incompetentes. Estos son algunos de los estereotipos con los que se describen a las mujeres políticas cuando son protagonistas de los medios de comunicación.
 
Por Patrícia Álvares, desde Uruguay
¿Qué comieron y qué tomaron Churchill, Roosevelt y Stalin durante la reunión que daría inicio a la llamada Guerra Fría en 1945? ¿Cómo era el salón donde sucedió la Conferencia de Yalta que marcó el encuentro de los entonces líderes políticos en Europa? No se sabe.
Sin embargo, sí se conoce el menú de la reunión que en febrero de este año un grupo de mujeres políticas tuvieron en la casa de la ex diputada del Partido Nacional Beatriz Argimón para discutir la aplicación de la ley de cuotas: compartieron sándwiches, masitas y refrescos en el fondo de la casa de la anfitriona, de acuerdo a la cobertura de los periódicos.
¿Es que no era importante el tema del encuentro? ¿Detalles como el menú o la descripción del ambiente agregaban valor a la discusión?
¿Por qué entonces tales informaciones no aparecen cuando los políticos varones se reúnen? ¿Toman whisky, vino, agua? “En general, los estereotipos se pueden detectar cuestionándonos si haríamos la
misma pregunta a un político varón, por ejemplo, o si describiríamos con tanto detalle su vestimenta”, explica la periodista y comunicadora argentina especializada en género, Sonia Santoro.
A partir de talleres que ha dictado a reporteros para una comunicación no sexista, Santoro dirigió el documental Políticas en los Medios. La obra se basa en datos como los del Proyecto de Monitoreo Global de Medios (GMMP, por sus  siglas en inglés) de 2010 y amplía la discusión con ejemplos publicados en la prensa. Según este informe, el 46% de las noticias sobre mujeres políticas refuerzan estereotipos femeninos.
Frente a este escenario, la expresidenta chilena y actual directora de ONU Mujeres, Michelle Bachelet, viene intentando visibilizar el problema. En su visita a Uruguay en noviembre pasado destacó el tratamiento informativo distinto a las mujeres políticas en comparación con la cobertura a sus colegas varones. “A veces no hay consciencia
de los medios e incluso, muchas veces, las periodistas son mujeres y, sin embargo, no se dan cuenta de que están ‘ninguneando’ a otras, las
están colocando en un nivel que no es el de una mujer que está en la política y que tiene propuestas serias, sustantivas, importantes que
plantear al país”.
Sin embargo, una encuesta realizada a periodistas en marzo del presente año por CIFRA, a solicitud de la Asociación de la Prensa Uruguaya (APU), muestra que “cuatro de cada cinco entrevistados creen que la visión que transmiten los medios del papel de las mujeres en la sociedad uruguaya de hoy es equilibrada o aún más igualitaria que la realidad”. De hecho, el Monitoreo Global de
Medios informa que América Latina se destaca como el continente que más ha logrado desafiar los estereotipos, alcanzando 13% de las noticias analizadas. Aunque el índice continúa bajo.
 
Edad y familia
Entre los casos más recurrentes que refuerzan estereotipos están aquellos que mencionan la edad y las relaciones familiares de las mujeres que protagonizan las noticias. También de acuerdo a los datos de GMMP, la edad se menciona en un 22%
de los casos cuando se trata de una mujer y 12% cuando el sujeto es varón. Al hablar de la familia,  la diferencia aumenta: el 18% de las mujeres son identificadas a partir de sus relaciones familiares, frente al 5% de los varones.
Un ejemplo: “A los 47 años de edad decidió casarse nuevamente. Tiene dos hijos de su matrimonio anterior y desde hace unos meses se mudó con su actual marido.” La frase es parte de una nota publicada en Montevideo Portal a finales de 2009 sobre el casamiento de Beatriz Argimón. Para la vicepresidenta de APU, Pilar Teijeiro, esto se explica porque vivimos en una cultura donde
predominan valores machistas. “Descalificamos la vida privada de una mujer política y no valoramos del mismo modo la misma conducta en los hombres”.
¿Qué importa que una parlamentaria se case por segunda vez? ¿Qué importa la edad a la que lo hace? ¿Qué importa si ya tenía hijos o cuánto tiempo tenía de relación? ¿Las mismas informaciones aparecerían en una nota sobre un parlamentario varón? Para la politóloga Verónica Pérez, el tema va más allá del refuerzo del estereotipo femenino que rechaza otras identidades de las mujeres como independientes y participantes activas en la sociedad: “Yo no veo mal que aspectos de la vida privada sean resaltados,
pero si no se resaltan en igual proporción al mencionar a los varones, ahí hay un problema”.
 
El comportamiento
Durante la campaña presidencial en Brasil, Dilma Rousseff fue descrita varias veces como temperamental: “Rousseff fue acusada de humillar a ministros y auxiliares en reuniones y lugares
públicos a raíz de su fogoso temperamento. El vicepresidente José Alencar, uno de sus más firmes defensores, la definió como ‘brava’”. Esto fue publicado en una nota de la Agencia EFE de
2010 bajo el título de “La ‘dama de hierro’ del Partido de los Trabajadores”.
Las actitudes o la personalidad de las mujeres llaman más atención que sus actividades políticas. Michelle Bachelet siempre dice que “cuando un hombre habla fuerte, tiene carácter, cuando lo hace una mujer, se puso histérica o furiosa; cuando un hombre se conmueve es sensible, la mujer es emotiva; si un hombre se toma un tiempo para una decisión, es prudente, la mujer es indecisa”.  La propia Bachelet, cuando entonces presidía Chile, causó polémica al ser fotografiada en traje de baño en la playa durante sus vacaciones.
Aunque tampoco es necesario alejarnos de casa: “Uno de los episodios mas notorios lo generó la entonces ministra del interior, Daisy Tourné, cuando en su perfil de Facebook publicó una foto en la ducha, que le valió durísimas críticas de todos lados”, recuerda Pilar Teijeiro. “También Tourné fue grabada por un canal de televisión en una reunión con jóvenes, donde se refirió a la vagina con un término de uso popular pero no dicho en los medios. Mas allá de que muchas personas opinaron que estaba en lo cierto en lo que decía, consideraron que no fue políticamente correcto
decirlo”, concluye la periodista.
 
El doble comando
Cuando Dilma Rousseff oficializó su candidatura hacia la presidencia de Brasil, llovieron notas en la prensa afirmando su inexperiencia política. Decían que sería una marioneta del entonces presidente
Lula. De hecho, Dilma nunca había sido candidata en elecciones anteriores, pero había tenido una larga trayectoria política, ocupando altos cargos de toma de decisión regional y nacional.
Sin embargo, como jefa de gabinete de Lula, Dilma fue acusada de tener una fuerte personalidad, a veces en la dirección contraria del propio presidente considerado más flexible. ¿Cómo es que los mismos medios que criticaban su postura firme como ministra insinuaban entonces que sería marioneta cuando fuera presidenta?
El doble comando alberga la idea de que la mujer no es capaz de gobernar sola. La misma experiencia la vivió la presidenta argentina Cristina Fernández. Pese a que había sido  diputada y senadora en otras
legislaturas, la mandataria figuraba en las noticias bajo la idea de que su marido Néstor Kirchner sería quien seguiría presidiendo el país.
 
El look
La presidenta de Argentina también es retratada constantemente como una persona obsesionada por la estética. Una nota que se publicó bajo el título “Los 100 vestidos de Cristina”  comentaba el vestuario de la mandataria tras sus primeros meses de gobierno. Según el texto, Fernández hasta
entonces no había repetido ninguna ropa. “Me parece un funcionamento paradójico de la sociedad que identifica a las mujeres por su femineidad, mientras frivoliza a las políticas que justamente mantienen estas características femeninas”, observa Verónica Pérez.
En el mismo sentido, también repercutió la noticia de que Cristina había gastado mucho dinero en la compra de zapatos de lujo durante un viaje. “Es como que para ser aceptadas en la política, las mujeres tienen que masculinizarse, taparse, afearse. Como si Sarkozy en Francia no hubiera gastado millares de euros en trajes y zapatos caros”, concluye la politóloga.
Y como la apariencia es sin duda el factor más observado, si bien las mujeres figuran poco en las noticias, no pasa lo mismo  con las fotos que las ilustran: sus imágenes aparecen en un 26%, frente al 17% de los varones, según el GMMP. No es por casualidad que la imagen se convierte a menudo
en la propia noticia.
El diario argentino La Gaceta utilizó una foto del encuentro entre Cristina Fernández y la primera ministra alemana Angela Merkel para comparar la diferencia entre los dos gobiernos. “Los zapatos
chatos de la germana contrastaron con los tacones de la argentina”, informaba ese periódico. Para Verónica Pérez, este es un claro intento de descalificar a la mandataria argentina, que se viste de manera más femenina que la alemana, quien aparece con un traje más masculinizado y, por tanto, más serio y digno de credibilidad.
En otro episodio, Angela Merkel tuvo que
justificarse a través de un portavoz a causa del escote de un vestido usado durante una funcion de ópera. “La canciller eligió un vestido de noche negro y azul marino que dejaba al descubierto parte de su
pecho, convertido en inesperado objetivo prioritario de los fotógrafos”, publicaba la Agencia EFE. Sólo al final de la nota se citaba la explicación del portavoz: “La canciller federal continuará eligiendo su vestuario para actos de gala según su gusto
personal, a su antojo”.
Una noticia más agresiva enfatizaba lo que dijo el entonces primer ministro italiano Silvio Berlusconi. Según el texto, el político habría hecho comentarios sobre el “culo” de  Merkel. Al margen de que Berlusconi es conocido por sus groserías  machistas, el episodio revela un poco lo que es la sociedad. El escote de la mandataria alemana e
incluso las fotos de Bachelet en la playa, ¿no tienen el mismo origen?
Pero hay más: la cirugía plástica de Dilma Rousseff también fue noticia en los medios brasileños: “No era sólo que se había retocado la nariz y estirado la piel: la mujer que de inmediato se puso a ordenar sus papeles con fingida naturalidad, se había quitado 10 años de encima”, decía una nota de 2009
publicada en el diario español El Mundo.
Un año después, en plena campaña presidencial, Dilma fue sorprendida por un reportero de O Globo, quien le preguntaba si era lesbiana. Los rumores se multiplicaban en la prensa brasileña por su estilo “poco femenino” de vestir, por su “personalidad fuerte” y por no estar casada. Mientras en Argentina a Cristina se le critica por ser demasiado femenina, en Brasil a Dilma se la cuestiona por contraponer los modelos de lo que la sociedad considera como mujer.
 
Largo camino
Además del refuerzo de estereotipos en casi la mitad de las noticias sobre mujeres políticas, otro dato del monitoreo global de 2010 muestra que aparecen solo en un 19% de los artículos analizados. O sea, las mujeres políticas no solo son retratadas bajo modelos incompatibles con la realidad, sino que son prácticamente invisibles para los medios. “Si bien [en el documental] quería hablar del rol de los medios, también hablamos de
cómo es el medio político para las mujeres,
las dificultades que presenta, las competencias”, evalúa Sonia Santoro y agrega: “Creo que queda claro que no es un problema de los medios, sino que va más allá, tiene que ver con las particularidades del ambiente político y las generalidades de nuestra sociedad, que sigue siendo machista”.
Para Verónica Pérez, uno de los obstáculos es la falta de capacitación dentro de la propia universidad que forma a los periodistas, lo que lleva a reproducir estereotipos muchas veces sin ser conscientes: “Es un espejo del patrón cultural dominante”, resume la politóloga. De ahí, la importancia de los talleres con perspectiva de género.
En este contexto,  la propia APU se prepara para instrumentar uno en breve: “La realidad puede cambiar pero es un proceso largo, de décadas, recién estamos desnaturalizando este tipo de conductas o visiones”, observa Pilar Teijeiro.
Mientras tanto, se sigue buscando una mayor participación política de las mujeres. A pasos lentos se puede registrar pequeños avances en la representación femenina. Sin contar los cargos políticos de los poderes ejecutivos de los distintos
países, en los  parlamentos del mundo hay 19% de mujeres, de acuerdo con el informe de 2010 de la Unión Interparlamentaria. Quince años atrás, el número apenas alcanzaba el 11%.