OBSERVAR A LOS QUE INFORMAN

Que M. era “trolita”, “buscona”. Que su vida “no tenía rumbo”. Que le gustaban la noche y los excesos. La cobertura mediática del último policial que tiene como víctima a una adolescente –discursos anclados en el morbo y en datos que justifican su asesinato y parecieran culparla de su propia muerte–, actualiza la necesidad de trabajar con y en los medios desde otra mirada.
 
Por Sonia Santoro

Eso es lo que propone el e-book de la Red de Observatorios de comunicación y género de Argentina “Experiencias en comunicación y género: continuidades, rupturas y perspectivas en la coyuntura actual”, publicado por el equipo de investigación del Laboratorio en Comunicación y Género de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad de La Plata y editado por la EPC. Se trata de la primera sistematización de la experiencia de observatorios de medios en el país.El observatorio trabaja sobre tres ejes: medios y género; género y violencia institucional; género y acceso a la Justicia. Abarca diagnósticos producidos por organismos públicos, periodistas, defensorías, organizaciones sociales.

La idea del libro surge de un encuentro “que propiciamos desde la Facultad de Periodismo en junio de 2012, cuando decidimos encontrarnos en la constitución de una Red de Observatorios en Comunicación y Género de Argentina”, explica Florencia Cremona, directora del Laboratorio en Comunicación y Género. “La propuesta fue trabajar con organizaciones públicas financiadas por el Estado y con ONG. Así que asumimos desde el minuto cero que éste es y será siempre un trabajo disruptivo, porque desafía la comodidad de lo conocido y además pone en crisis enormes industrias culturales y económicas, como la prostitución, el consumo de objetos para el amor romántico, la industria de la belleza, las reglas no dichas de la política, etcétera.”

Como recuerdan María Belén Rosales, Lucas Díaz Ledesma y Juliana Díaz Lozano en la introducción del libro, en ese encuentro surgieron algunos ejes de trabajo y preocupaciones sobre las que avanzar. Una de ellas, que “la diversidad sexual y la violencia de género son las temáticas más recurrentes de discriminación en las que incurren los medios de comunicación según lo relevado en las experiencias de cada observatorio”.

También se planteó ir más allá de los análisis de contenidos de los medios e indagar sobre los procesos de recepción de contenidos sobre estas temáticas, “especialmente en lo que respecta a la violencia simbólica y la violencia mediática, para conocer de qué modo los públicos se apropian, reproducen o resignifican los sentidos que circulan en los medios”.

“Nuestro objetivo fue dialogar entre los avances normativos que se produjeron en nuestro país en materia de género y los desafíos que esos mismos alcances proponen en el plano de la cultura y de la formación de comunicadores y comunicadoras desde esta perspectiva”, explica Carmona.

¿Para qué “observar”?

Los observatorios de medios tienen la función de “observar”, es decir, mirar lo que ocurre en los medios, así como “observar” en el sentido de señalar o hacer observaciones sobre lo que los medios están haciendo. El sociólogo Armand Mattelard los definió como “una forma de enfrentar el poder y la manipulación de los consorcios mediáticos”.

En diálogo con Página/12, Florencia Cremona valoró los aportes del trabajo:

–Decidimos un e-book, que es un libro digital publicado por la editorial de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de La Plata, porque nos parecía que su formato digital y la multiplicidad de autores y autoras nos iban a permitir llegar con los trabajos de investigación a más personas y a más organizaciones de manera gratuita y pública. Hemos formado una red de pescadoras, no una red de araña con un centro amenazador, sino una red que permite saber el poder y la potencialidad de la otra. No tiene otro sentido más que incidir directamente en nuestros ámbitos de trabajo que se deje de pensar que el género es cuestión de mujeres o la caricatura mediática de que si no lavás los platos o si no tenés un marido violento entonces no existe “problema de género”. En la planificación de obras públicas se ve la perspectiva de género con la que se piensan las ciudades, en los proyectos económicos. En cada ámbito de la vida cotidiana hay una organización simbólica que supone quiénes tienen más derechos y quiénes tienen que ser incluidos o tolerados.

–¿Cuáles son los próximos pasos del Observatorio?

–Ahora trabajamos en otro proyecto de publicación y capacitación para comunicadores y comunicadoras. El tema de género se presenta públicamente como algo sin historia. Siempre parece que se está descubriendo el agua tibia, cuando hay cientos de años de militancias, avances normativos y, sin embargo, la lógica del sentido común sigue llevándonos a anclar el género con la biología y a temer a otros modos de vivir nuestras vidas. Es lógico que tengamos miedo, se paga muy caro vivir de otro modo y más caro es todavía decirlo, porque suena amenazante. Todavía las mujeres morimos por amar, por trabajar, por decidir, por abortar, aumentar centímetros de cadera o reducirlos. Y ni que hablar de la amplia diáspora de sexualidades, las masculinidades que no se amoldan al rol tradicional del varón proveedor, todos nosotros lo que siempre estamos penando por vivir. La esperanza es que cada vez que conquistamos un nuevo derecho, que instalamos más el tema, que dejamos de mirar para un costado se amplían las posibilidades de decidir cómo vivir nuestras vidas.