JUEGOS, JUGUETES Y NUEVAS TECNOLOGÍAS

Carolina Duek presenta en el libro Juegos, juguetes y nuevas tecnologías (Capital Intelectual) una investigación sobre las preferencias y prácticas de los niños y niñas a la hora de jugar, en el contexto en que las nuevas tecnologías parecen haberlo invadido todo. Aquí ofrecemos un adelanto.
 
Por Carolina Duek
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No  estamos  doblando  las  demandas  sobre  las  destrezas solicitadas a  los más chicos, sino abriendo  la posibilidad de pensar en los niños y en las niñas como creadores legítimos de sus propios juegos. Interrumpir, al menos temporalmente, el fujo de mensajes que reciben para ubicarse en el lugar de 
constructores de  los propios objetos de  juego podría ser un fuerte cambio. No creemos que la oferta de juegos y juguetes pueda bloquearse, sino que puede complementarse con una acción activa y performativa que  lleve a algún  tipo de creación en manos de los propios jugadores. 
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La clave con la que cerramos el recorrido que propusimos en  este  libro  es, una  vez más,  los  adultos que  rodean  a  los niños y a  las niñas.  Independientemente de  las  representaciones de los medios de comunicación y de las pantallas que rodean a adultos y a los más chicos cotidianamente, según las cuales el  “mundo de chicos” es  independiente en casi  todo del de  los adultos,  la  intervención de  los más grandes en  la 
vida de  los más  chicos  es  crucial. No  se  trata de  establecer tipos de vinculaciones ni de construir juicios alrededor de las prácticas que puedan desarrollarse: sostenemos que es clave que todos compartan espacios de juego en los que se pongan en disputa y tensión diferentes formas de concebir al mundo que los rodea. La posibilidad de que un adulto responda preguntas  frente al  televisor o  intervenga en un  juego mientras ocurre puede modifcar no sólo el curso de los acontecimientos,  sino más que nada,  la manera en  la que  los niños y  las niñas se vinculan con ellos a través del juego. 
 
Jugar con  los más chicos es una manera de construir un vínculo. No  vamos  a  sugerir  aquí  las  formas  que  ese  juego pueda  asumir,  sino  que creemos  que  cada  práctica  y  cada forma de  juego  se  relaciona  con  el  vínculo que  la  sostiene. 
Consolas, juegos de mesa, computadora, muñecas o pinceles: todos  los elementos  investidos de sentido  lúdico componen el universo en el que los adultos y los más chicos establecen vínculos. La posibilidad de que un adulto juegue a un juego el universo en el que los adultos y los más chicos mercado que  los pueda callar por mucho  tiempo. “Sacarse  los chicos 
de  encima”  es  la  propuesta  que  las  publicidades  parecen sugerir  a  los  adultos  como  guiño  cómplice.  “Entretenerlos al menos por un rato” es la promesa central que se extiende desde las pantallas que nos rodean. “Felicidad” es la palabra que organiza esas promesas porque, para las pantallas y sus mensajes,  la plenitud se obtiene sólo a  través de  la adquisición de bienes y servicios. El “mejor” personaje en un juego de  plataforma,  la  casa mejor  equipada,  el  teléfono  celular con más aplicaciones disponibles: todo parece disputarse en espacios de mestablecen vínculos. La posibilidad de que un adulto juegue a un juego 
diseñado y concebido para los niños y las niñas podría pensarse, en este contexto, como un gesto revolucionario: discutir con las lógicas de producción y consumo que propone el mercado al mismo tiempo que se establecen vínculos signifcativos a través del juego no es una apuesta menor. Sentarse a jugar, desconectarse por un rato de las obligaciones laborales 
y conectarse con  los más chicos es una manera de  intervenir sin controlar, de participar sin limitar y de conversar para construir un mundo compartido de representaciones, prácticas y signifcados. 
 
El  rol de  los adultos que  rodean a  los niños y a  las niñas es central más allá de las sugerencias y representaciones: los más chicos necesitan respuestas de los adultos muchas veces por día y no hay consola ni objeto a  la venta en el ercado. 
 
Es por ello que consideramos que la mera posibilidad de debatir con  las  lógicas de producción de  juegos y  juguetes para  los más  chicos  es  una manera  de  discutir  y  de  oponerse a  las maneras en  las que  los  juegos  son pensados  y vendidos por todos los agentes involucrados en la producción.  Jugar  es,  entonces,  una  de  las  claves  para  construir vínculos entre los adultos y los más chicos a través de diferentes objetos que  le den  sentido  a  cada  intercambio por más breve que sea. 
 
La  presencia,  el  compromiso  y  la  atención  son  las  tres claves ya no sólo de la relación entre los niños, las niñas, los adultos y el juego, sino las llaves para la construcción de vínculos que se enfrenten directamente con las representaciones hegemónicas de  los medios de comunicación que, día 
a día, ubican a los adultos como sujetos prescindibles de la vida de los más chicos o como meros proveedores de objetos y deseos. 
(…)»