EN TERRITORIO DE LAS XANAS

El sendero se encuentra a unos 80 metros sobre el río Viescas o de las Xanas, en Asturias, España. Es un desfiladero. Son 6 kilómetros de trayecto. “¿Podré hacerlo?”, pensé. Sin embargo, pudo más la curiosidad que el miedo y volví con alma de bruja. Confieso que este 31 de octubre celebraré la Noche de Brujas también conocido como Halloween, de una forma especial.
 
Por Sandra Moreno, desde Asturias, España
Se le conoce como el Desfiladero de las Xanas (Hadas) en Asturias. Es muy popular en las rutas de los y las turistas y de la gente local que miran con respeto las montañas, lugar elegido por los seres mágicos para vivir. Al dar los primeros pasos por el estrecho camino, tallado en la roca, es aconsejable encomendarse a una divinidad, en este caso, a las hadas. A la derecha, el precipicio en cuyas profundidades va como una serpiente el cauce del río Viescas o de las Xanas. El rumor del agua apacigua el temor ante la pendiente con rocas que una visualiza a la izquierda, con solo levantar un poco la mirada. Estamos a la altura de la cintura de una enorme ladera de una imponente montaña.
Encantada. Así me sentí. Mis piernas respondieron a la orden de andar, ya que mi espíritu en cuestión de segundos se olvidó del riesgo a una caída y simplemente disfrutaba del sitio, de la belleza que se desplegaba ante mi mirada. Enormes raíces emergían de las alturas y me regalaban la sombra de frondosos arbustos o árboles que parecían reírse de la gravedad o buscaban a sus compañeros del otro lado del precipicio, donde formaban una compacta espesura. Ahí se escondían pájaros, reptiles y quizás las hadas.
No avanzaba. Era como un embrujo. Daba un par de pasos y sentía la necesidad de detenerme. Solo quería estar. Cerraba los ojos y sentía en todo mi cuerpo la brisa del viento. Uno de los momentos más bellos fue cuando al volver a ver, caía desde la margen izquierda una lluvia de pequeñas hojas. “Es mi bautizo de bienvenida”, pensé.  A partir de entonces, no era una extranjera. Había comulgado con un grupo privilegiado: el de las hadas.
Mis manos tocaban la roca en los túneles. Estaba fría pero suave. Y cuando menos lo esperaba un sendero que se separaba del trayecto principal me daba la oportunidad de acercarme al río. Sin pensarlo mucho, salté a las rocas, rodeadas por el agua cristalina. Casi no entraban los rayos del sol, la frondosidad del follaje hacía de sombrilla. Dicen las leyendas que este es el sitio preferido por las hadas asturianas que viven en las cuevas de los ríos y en las fuentes. Qué privilegio estar aquí, en el lugar donde las mujeres sabias, perseguidas precisamente por sus conocimientos, se escondían de la Inquisición en la Edad Media, aunque a decir verdad, todavía se les tiran al cuello y desean quemarlas en las hogueras a las mujeres que destacan públicamente y ponen en cuestión el orden establecido por los hombres.  
Me cuesta partir del río de las hadas asturianas, pero debo hacerlo porque mi trayecto sigue, aunque hoy en compañía de estos seres mágicos que inyectan fuerza cuando más lo necesitamos en nuestro diario caminar.