Yo era tímida, lo fui, lo soy. Cuando era chica, había alguna noción, no siempre dicha, no puesta en palabras de que ―hay cosas que mejor no preguntar‖. ¿Qué cosas era mejor no preguntar? Las vinculadas con alguna cuestión de la intimidad.
Por Sonia Santoro
Mi profesión me empujó, obligó y ayudó a salir de ese lugar. ―Es mi trabajo, tengo que preguntar esto aunque no me anime‖. A simple vista puede parecer algo sencillo preguntar. Ponerse del lugar de quien no sabe y simplemente hacer hablar al entrevistado/a. Sin embargo, preguntar también es un arte, con sus trucos y estrategias. Porque no se pregunta solo por el placer de preguntar, sino por el de llegar a un objetivo, saber algo, enterarnos, informarnos. Aunque en el camino eso no pase y la pregunta nos lleve a cualquier otro lado.
El encuentro con el otro/la otra a entrevistar siempre genera una sensación de incomodidad, aparecen las dudas. ―Sabe tanto… esta pregunta es una estupidez‖. Pero la entrevista obliga a saltar. Hay que hacer las preguntas estúpidas y las incómodas. No dar nada por sentado, aunque algunos entrevistados y a veces la entrevistadora no lo soporten.
Hay temas que son especialmente difíciles de abordar. La sexualidad es uno de ellos.
No hay que tener miedo a las preguntas. Y no es que una vaya temblando a hacer alguna pregunta, sino que el miedo muchas veces se hace presente en la ausencia de preguntas sobre el tema, el no saber qué preguntar. Tal vez la palabra exacta no sea miedo. Tal vez sea mejor hablar de tabúes, de incomodidades, de inseguridades que genera meterse en el terreno pantanoso de la sexualidad. Entonces, muchas veces el tema se evita, se elude, hasta que se nos presenta de sopetón.
Me pasó con la entrevista a Miguel Gallardo, un humorista gráfico español, padre de una hija con autismo, en que la entrevista casi había terminado y cuando le hice una pregunta cliché (¿quiere agregar algo’) disparó un momento más desnudo de la entrevista, más directo y verdadero: dio lugar a hablar de la sexualidad de su hija y otras personas con autismo y profundizar más en lo que implica en el día a día convivir con esta enfermedad.
–Hay algo que nadie pregunta por esta idea de que son niños pequeños y asexuados –dijo él.
–Ah, sí, es un tema el de la sexualidad…
–Claro. María es así, tiene un par de tetas así -las dibuja con las manos. Las hormonas están por todas partes. Entonces tú puedes tener la opción de decir “no quiero meterme en esto del sexo”. Pero si tú no te quieres meter el sexo se va a meter. María se autoestimula como todo el mundo porque es algo inherente a la persona. Entonces hay una capa importante de los padres –incluso de los profesionales también que lo derivan a los padres–, del “no quiero saber”. O sea, tengo tantos problemas con las relaciones que añadir el tema del sexo es muy complicado. Pero si lo haces así tarde o temprano se va a convertir en un problema de verdad. Si tú no acotas o intentas informar. Pero es algo completamente tabú. Quizás es algo que lleva a los padres a pensar en violaciones, abusos, pero es mucho mejor prepararlos. María tiene 20 años. Tienes que pensar que María tiene la regla, que tiene un montón de cosas.
–Ha tenido novio, ¿cómo se vincula?
–No, no tiene capacidad. Porque cada uno va por su cuenta. Pero no está limitado el sexo a la pareja.
–¿Y ustedes cómo lo abordaron con María?
–Bueno, pues intentar que cuando María se estimule esté en un sitio íntimo. Pero a veces se escapa y puede aparecer en mitad en la calle (risas). Lo bueno y lo malo con el autismo es que tienes que tener soluciones inmediatas a las cosas. Soluciones a cosas que no te puedes imaginar y que surgen. A veces has encontrado soluciones pero no permanecen. Lo que funciona hoy a lo mejor la semana que viene no funciona.(…)
Uff. Al final, la no pregunta, o la pregunta hecha de compromiso terminó llevando al lugar más interesante de la entrevista, aquel del que no se habla. El lugar de lo invisible o de lo que se esconde debajo de la alfombra. ¿Y por qué no había preguntado? Justamente por todo lo que dije antes, por el desconocimiento, el miedo, el tabú.
Para preguntar, en definitiva, no hay que temer lo que podamos descubrir con esa pregunta. Y ese es tal vez el nudo de la cuestión en torno a la sexualidad. Que aborda muchas veces cuestiones insoportables de escuchar, como es el caso del abuso sexual infantil. Al psicoanalista Jorge Volnovich le pregunté por qué dice que es una temática invisibilizada. El dijo:
–Maltrato y abuso sexual siempre han estado invisibilizados en una sociedad patriarcal y sexista que tiene a la familia como el paradigma de protección del niño. Justamente lo que uno puede percibir es que los maltratos y el abuso sexual se procesan dentro de la familia. Quiere decir que la familia no es el lugar más protector para el niño, sino el lugar más inseguro que puede tener un niño víctima de maltrato o abuso.
Entonces, el maltrato y el abuso estaban totalmente naturalizados. Treinta años atrás el castigo físico disciplinario de un niño se veía como normal, se les pegaba a los chicos. O ni siquiera se consideraba el abuso emocional y psicológico como algo importante, y el abuso sexual estaba relegado a las clases pobres, hacinadas, etc.
―La familia no es el lugar más protector para el niño‖, dijo Volnovich. Y no puedo dejar de pensar que para oir esta respuesta hay que querer. Hay que poder escuchar y tener capacidad de seguir indagando sobre cuestiones insoportables.
En otras oportunidades, la sexualidad aparece también sin que se la pregunte porque es parte de lo cotidiano. Pero esto no sorprende, especialmente cuando la entrevistada es una feminista como la mexicana Marcela Lagarde:
–¿Qué fue primero para usted, la antropología o el feminismo?
–A los 12 años me dieron la píldora para que fuera libre, además con ese mensaje. Para que no tuviera embarazos no deseados.
–Recién habrían salido las píldoras…
–Recién. Yo creo que nosotras fuimos conejillos de Indias. Estaban recientemente en el mercado y yo recuerdo que mi hermana y yo íbamos a ver a mi papá al consultorio y salíamos con píldoras para todas las amigas. Yo soy hija de la píldora. Mi libertad sexual está ligada a la píldora. Yo le haría un monumento a la píldora, simbólicamente, en cada parque. Porque de veras noto la diferencia de mi vida con otras vidas sólo por ese hecho. (…)
¿Y por qué no sorprende cuando la entrevistada es una feminista o la que entrevista lo es? Porque en este enfoque de la vida, lo personal es político, y el cuerpo de las mujeres que ha sido y sigue siendo campo de batalla de guerras fácticas y simbólicas, es un territorio a defender y explorar.
Otra feminista, la estadounidense Sondra Hale, terminó hablando de sexualidad, en una entrevista sobre las insurrecciones en Medio Oriente. –¿Y esa batalla dónde se da? ¿En el ámbito privado, en el público? –Más en el ámbito privado. Ahí está lo difícil. Las cuestiones de sexualidad han comenzado a cambiar mucho. La gente todavía piensa que cuando uno habla de cuestiones de sexualidad está hablando de gays y lesbianas. Pero de lo que uno está hablando realmente es de las relaciones de poder en base a la sexualidad y al sexo dentro de las familias. Política de sexo en realidad.
La gente todavía piensa que cuando uno habla de cuestiones de sexualidad está hablando de gays y lesbianas. Pero de lo que uno está hablando realmente es de las relaciones de poder en base a la sexualidad y al sexo dentro de las familias.-Dijo Hale, con una sonrisa afable, poniendo el acento en una de las más importantes enseñanzas del feminismo. La necesidad de involucrarse, comprometerse, reconocer la experiencia propia como punto de partida para encontrarse con otras (mujeres, experiencias) y transformarla en un asunto público, político.
A la teóloga feminista Ivone Gebara, la primera que se atrevió a poner sobre el tapete la reflexión sobre los derechos sexuales y reproductivos de la mujer en Brasil, dentro de ellos el aborto, preguntar y preguntarse sobre estas cuestiones la llevó a ser castigada por la Iglesia Católica. El riesgo de la pregunta. “Dentro de la Institución es un camino que comporta mucho aislamiento porque te temen. Yo, por ejemplo, me doy cuenta que no en todas las instituciones católicas soy bienvenida. Hay gente que dice ‘con esta feminista no podemos ir’ –explicó–. ¿Por qué? Porque el feminismo es desestructurante del poder patriarcal, del poder religioso que está ahí y que organiza vidas”.
Estos son solo unos pocos ejemplos de cómo preguntar deja de ser algo tan sencillo y tan inocuo como puede parecer a simple vista. Y de lo necesario de preguntar con perspectiva de género, especialmente en temas de sexualidad. ¿Por qué? Para no seguir tapando, para ayudar a decir lo no dicho, para no culpabilizar ni estigmatizar a las mujeres por su sexualidad, sus deseos, sus experiencias vitales.
El periodismo con enfoque de género es una opción política del hacer periodismo. Las notas no te pasan por el costado. Te interpelan, de preguntan a vos, la que pregunta. Violencia, amor, moda, ciencia, literatura, política, educación, religión, derechos, abuso sexual, autismo. Todos los temas se pueden abordar con esta perspectiva. Y la sexualidad también por supuesto. En mi libro Periodismo con G. Entrevistas en perspectiva (Editorial Biblos) –que recoge las entrevistas citadas y otras tantas- planteo tres tipos básicos de abordaje de la entrevista periodística con perspectiva de género. Aunque esta división suene algo forzada por momentos, porque justamente cuando se habla de cuestiones de género lo personal es político y las experiencias hacen la teoría, intentar dar un orden, que no el único posible por supuesto, es ordenador a los fines de analizar la práctica.
Al primer tipo de abordaje, lo llamo de ―Experiencias‖. Se trata de entrevistadas, que a partir de sus experiencias de vida pueden dar cuenta del ser femenino, los sufrimientos, las luchas y los placeres que las atraviesan. Son mujeres que no necesariamente se reconocen como feministas –aunque algunas sí lo son-, en algún caso rechazan incluso el término, pero cuyos relatos o sus temas de interés permiten vislumbrar desigualdades o la situación de social de las mujeres. En estas entrevistas hay un reconocimiento a la diversidad de situaciones y experiencias de mujeres y de hombres. Se trata de entrevistas que permiten ver, hacer visible y recuperar historias de algunas mujeres. La visibilidad de estos recorridos y su mirada es fundamental para la construcción de una sociedad de iguales.
El segundo tipo es de ―Temas‖, e incluye entrevistas a personas que se han especializado en los llamados temas de género y ahí esos tópicos constituyen el elemento central de las preguntas y las respuestas. El tercer tipo es de ―Perspectivas‖. Es el resultado de pensar cómo se introduce la perspectiva de género en entrevistas a académicos, activistas o pensadores que no trabajan específicamente con esta mirada ni en los llamados temas de género. En estas entrevistas se trata de hacer detección y análisis de las diferencias —y también de las similitudes— entre mujeres y hombres para identificar posibles desequilibrios y desigualdades. Aquí aparece el género como categoría transversal. En estas entrevistas se
ve cómo la mirada de género permite abrir otra perspectiva en cualquier tema que se aborde.
¿Por qué el enfoque de género en las entrevistas, y el periodismo? Porque ya no lo puedo hacer de otra manera. Porque todavía sigo trabajando para escapar del ―hay cosas que es mejor no preguntar‖. Y no soy la única. Hay muchos y muchas colegas que están en este camino.