El Centro de Maternidad Estela de Carlotto festejó sus 150 partos fisiológicos, sin intervenciones.
Por Ana Iniesta
Lunes 6 de Octubre. Son las 10.02 minutos y en la maternidad de Moreno hay entre globos verdes y violetas, un clima relajado, de perfilar la mirada cada tanto hacia la puerta donde entrará la estrella del festejo. En la sala de espera, las sillas van completándose de mamás con sus bebit@s, entusiasmadas compartiendo experiencias. La emoción abre camino en sacarse fotos con sus queridísimas parteras, quienes las acompañaron en su recorrido hacia el alumbramiento. Se las ve expectantes, con sus bebés y bebas en brazos tomando la teta.
Hay una beba morocha de pelos alocados muy simpática en los brazos de su papá, es la primera que nació en la Maternidad. Es la segunda de su mamá. “Nació acá sí, tiene cuatro meses. Así, natural sin nada, llegué ya dilatada en ocho, así rapidísimo cuando pedí que me pongan suero, ya estaba ahí abajo” Y nació. La médica y obstetra Gabriela Kozyra estuvo en ese parto y cuando iba a buscar para ponerle un poco de anestesia a pedido de la mamá, vio que la cabeza de la beba se asomaba y le dijo que ya estaba, sólo pujar, entonces así nació, sin ninguna intervención. “La recuperación fue bárbara, la atención, la comida, la limpieza, el amor con que te tratan las chicas, todo hermoso, felices estamos. Nada que ver a mi primer parto. Con ella (su primer hija de diez años), nada que ver” dice esta mamá, ya sin querer hablar más y siguiendo a la manada de madres que cambia de espacio.
El acto acontecerá en un salón que da al jardín, unas mesas largas con sillas esperan a las mamás. Suena una música alta un tanto “chim pumpera” que una administrativa y otra obstétrica logran hacer cambiar por “algo que tenga que ver con las mamás y sus bebit@s”. El sonidista que amaga con poner Panam, luego elije Luis Salinas. El “Gordo” acompañará suave pero firme la mañana. Este espíritu tiene la maternidad, a esto invita a ser parte.
¿Por qué tan desconectadas las personas de aquellas personitas envueltas en los brazos de sus mamás? ¿Será porque nacieron despersonalizadas, cual industria de crías, en vez de siendo respetadas desde su primer aliento? Una enfermera se emociona hasta las lágrimas hablando de su trabajo, lo que le apasiona acompañar los partos respetando a las personas, a esas mamás, familias, en sus tiempos para parir. Entonces se siente en el aire que cuando el amor hace presencia, sana revolucionariamente.
El equipo compuesto por catorce obstétricas, parteras, que coordina Eduardo “Lalo” Gutierrez es de lujo. Hay desde profesionales que han trabajado con las aborígenes del Norte en sus partos como Mónica Santillán, en la Red Latinoamericana por la Humanización del parto (Relacahupan), hasta obstetras que hace cuatro años se recibieron y buscando otro rumbos algunas y otras de casualidad, llegaron a la Maternidad y les está “cambiando la cabeza” esto de experienciar partos fisiológicos sin intervenciones innecesarias. Salvo que la madre lo necesite o pida, aclaración importante. Pues si una mujer consciente de causas y consecuencias, pide goteo, pide cesárea, es deber respetar su decisión y acompañarla en lo que ella siente es lo mejor.
Hace entonces su entrada una de las abuelas más queridas de nuestra sociedad, Estela de Carlotto, la madrina oficial del Centro de Maternidad que lleva su nombre. Muchos aplausos y una emoción extra súper cercana, claro está, por la cercanía del hallazgo de su nieto Guido. Al ratito, dan testimonio de sus partos entonces algunas mamás y papás, pues los papás emocionados cuentan cómo fueron “útiles”, incluidos en el trabajo de parto de sus compañeras. Con orgullo ambos papás cuentan que cortaron el cordón y que no bien nacieron sus hijas, nadie las llevó ni las tocó, ni las pinchó. Estuvieron encima del pecho de su mamá junto a ellos. “¿Viste cuando pensás que estás viviendo un sueño? Bueno eso sentía yo. Pude acompañar a mi mujer en el dolor. Todo hermoso fue. Cuando nació nuestra beba nos quedamos juntos los tres abrazados, nadie nos molestó, al rato vino la médica revisar” dice un papá emocionado, que hablará quince minutos seguidos. También es su segunda hija. La primera contó haberla tenido en un sanatorio privado y que fue duro el trato, la lejanía con su beba recién nacida y lo afuera que se sintió del trabajo de parto y su mujer.
Luego se proyectó un video con la Historia del Centro Maternidad, cómo comenzó allá por el 2005 a construirse. Al comienzo eran un equipo de 70 personas, capacitadas para que el centro de atención sea el respeto de los derechos de las familias. Hoy son 400 personas las que trabajan, en equipo.
De mayo a octubre nacieron más de 150 bebés y bebas. Tan sólo tres partos fueron cesáreas. Dos de ellos vinieron de la calle de improviso y estaban de cola o como suele llamarse en la jerga obstétrica “de pelviana”. El resto de los partos fueron naturales, casi sin intervenciones de parte del equipo médico.
En un comienzo sólo podían parir aquellas madres que no eran primigestas en embarazos de bajo riesgo. Ahora ya todas pueden parir, madres primerizas inclusive, el equipo ya ha experienciado y está fortalecido en que cuanto más se respeta y no se invade a las familias, más fluido y sano es el trabajo de parto.
El P.I.M (Preparación integral para la maternidad) es un espacio con colchonetas y pelotas para que las mamás puedan aprovechar en el abordaje corporal del embarazo como en el trabajo de parto. La última beba nació bajo la ducha de agua caliente. Gabriela Kozyra, una médica obstetra especializada en partos respetados, que trabaja acompañando y formando a las parteras en esta nueva mirada, cuenta que “se viene la pileta” así las mamás pueden sumergirse en ella para atravesar las contracciones dolorosas. Gabriela trabaja como externa, pues atiende partos domiciliarios. Escindida de la institución por su intervencionismo cruel en los cuerpos de las mujeres allá en el año 2007, hoy dice poner toda su líbido en este proyecto. Mónica Santillán, dice que es el “sueño” este espacio. Por la libertad de las mujeres, las condiciones y todo lo que queda por hacer. Esto recién empieza.
Estela habla de sus cuatro hijos, de sus catorce nietos y del amor “un sentimiento profundísimo que nos debe guiar en la vida”. Habla de los recuerdos que le despierta ver a todas estas mamás con sus bebés y bebas y que ella hoy festeja que hace dos meses tiene a su nieto. Recuerda entonces el ajuar que tejió para Guido. Todas l@s presentes aplauden conmovid@s.
Para cerrar a plena emoción, un trabajador administrativo canta desde la punta de la mesa “Todo está guardado en la memoria” de León Gieco. De a poco se va formando el coro y en la memoria de estas crías está el amor, el cuidado y la paz con la que fueron esperadas en este pedacito de tierra firme, libre, viva, sana en el oeste de la provincia de Buenos Aires. Para terminar, dice Gabriela Kozyra: “Una piensa siempre en sanar la violencia obstétrica de muchas mujeres pero por algo lleva el nombre de ella. Más violencia obstétrica que la que tuvieron aquellas mujeres que parieron en los centros de clandestinidad, encapuchadas, atadas y que le dejaron ver sus hijos durante cinco horas y se los sacaron, no puede haber. Por algo existe este hospital con este nombre. Yo creo que para sanar muchas cosas nuestras. Como mujeres argentinas que somos”.