LA ENCRUCIJADA ECOLÓGICA

El fin del mundo se cocina a fuego lento. Este 21 de diciembre de 2012 no era la fecha, pero el feminismo ecológico advierte que sí sucederá por la depredación de los recursos naturales.
 
Por Sandra Moreno, desde San Sebastián, España
 
 
Bajo el gran paraguas del tema “Bienes comunes: luchas sociales y reivindicaciones”, se presentó recientemente la antropóloga-feminista Yayo Herrero, de Ecologistas en Acción, con una ponencia donde atacó al sistema capitalista, porque no reconoce límites “cuando el hombre, la mujer y la naturaleza son finitos”.
Y la trampa en la cual nadie parece reparar es que somos seres dependientes e interdependientes, y lo que hagan las transnacionales y los gobiernos con los recursos del planeta pone en peligro la existencia de estos en el futuro y, en consecuencia, las materias primas que necesita el ser humano para vivir. Tampoco quedan fuera de responsabilidad el o la pequeña productora o el campesinado si también explota su tierra sin técnicas ecológicas, así como los y las consumidores que no son conscientes de los costos que implica, por ejemplo, que un yogurt esté en su mesa, luego de recorrer 8 mil kilómetros. Todo un sistema de distribución basado en el petróleo, un recurso finito.
A Yayo le indigna que en el sistema capitalista solo tenga valor lo que tiene precio. ¿Y lo demás? Simplemente, no existe. En esta categoría entra un Parque Nacional o un arrecife de coral. “Sus daños no se solucionan con dinero”, afirma la ecologista. “Ninguna multa solucionará el hoyo en la capa de ozono”.
La escasez de recursos ya comenzó. Y las peleas nacionales o internacionales por asegurarse su control están en pleno apogeo sin importarles los derechos humanos. Uno de ellos es el fosfato que se obtiene de las reservas en el desierto del Sáhara, en África. Este mineral sirve a la agricultura intensiva y de plástico (invernaderos) para obtener la producción, ya que con los fertilizantes mataron los nutrientes de la tierra. En esta historia juega un papel importante el  Gobierno de Marruecos, el cual se niega a devolver el Sáhara Occidental al pueblo Saharaui que lleva 37 años luchando por recuperar su país, cuyas reservas de fosfato se han convertido en un botín muy deseado por la comunidad internacional que llega a acuerdos económicos con los colonizadores, con tal de tener asegurado el acceso al fosfato, tan vital hoy en día en la agricultura mundial.   
Según Yayo, el capitalismo destruye lo acumulado e hipoteca el futuro. De ahí que las reservas del petróleo, del uranio, del fosfato, del coltán,… vayan a la baja sin vuelta atrás. La salida, entonces, “exige organizarnos con menos”, porque está en juego nuestra sobrevivencia. Tenemos que deconstruir sectores, porque son socialmente peligrosos e hipotecan nuestro futuro. Por ejemplo, debemos preguntarnos: ¿es viable que haya más coches cuando se termina el petróleo?”.
Preguntas incómodas, pero necesarias. Actualmente, la lucha de Yayo toca a nuestras vidas con fuerza, como la verdad que expone: el capitalismo si crece, devasta; no crece, devasta. Es la hora de ver el horizonte y buscar alternativas, entre ellas el feminismo ecológico.
 
FOTO: Carlos Alberto Ruiz, de la ong Mundubat; Santiago Rico, filósofo; Mariela Castro, de Cuba; y Yayo Herrero, feminista ecologista.