ENM 2014: TESTIMONIOS

Derecho a decidir

Rocío Girat, Mar del Plata

La presencia de Rocío Girat –la joven en el 29 ENM– no pasó inadvertida para nadie.

Por Sonia Santoro

El día de la apertura, se subió al escenario y, al borde de las lágrimas, llamó a las mujeres a “ser libres”. “Basta de ser violentadas.” “Salgamos a las calles, es la única solución para hacer justicia, para que los violadores y asesinos estén presos en una cárcel común. Basta de que ellos estén libres y nosotras perseguidas.” Después propuso superar las diferencias partidarias y políticas: “Alcen sus banderas pero unámonos todas en esta lucha. Es la única manera”. Un mensaje oportuno, ya que su discurso se dio en medio de un episodio confuso en el que Las Rojas, organización que la había llevado, denunció que les habían pegado, mientras que desde la comisión organizadora se dijo que ellas se presentaron con prepotencia a tomar el micrófono cuando el acto no había siquiera empezado. Como sea, Rocío superó el trance, tanto como había superado las preguntas que le hizo Mirtha Legrand en su programa, tan espantada como deseosa de conocer detalles sobre las violaciones que sufrió Rocío por parte de su padre entre los 13 y los 17 años. Ahora que tiene 20 y el agresor está preso quiere que su “basta” se amplifique de todas las maneras posibles. Por eso se puso en contacto con organizaciones de mujeres, y así fue que llegó al ENM: “Quise venir para dejar mi mensaje de lucha y esperanza. Que todas esas mujeres que abandonan las causas por el tiempo, porque es muy cansador, sigan, que lo tomen como una lucha personal”. Rocío participó del Taller Mujeres y Violencia, un tema que le resulta bastante familiar: “Qué es un femicida, qué es un golpeador, un violador, lo conocemos, lo respiramos en el aire, lo vivimos”. Pero además empezó a modificar sus ideas sobre el aborto. “Yo estaba en contra por el tema de lo que te venden que es ‘vida o muerte’, quise interiorizarme más de qué se trataba y fui al taller de Aborto –relata–. Me pareció una buena experiencia donde todas podemos opinar y decir lo que pensamos. Todas tenemos diferentes pensamientos y está bárbaro que se respete.”

Rocío se va de Salta con las ideas más permeables, con la noción de que las cosas pueden ser distintas de como se las contaban. “Este Encuentro te abre la cabeza, te saca de lo que una ve por ahí en televisión, que es el único elemento que tenemos las chicas de barrio para comunicarnos con el mundo. El tema del aborto uno lo mira por tele y no sabe lo que pasa. Nadie tiene que tener un hijo de un violador… Entonces en algún punto todas estamos de acuerdo con el aborto, con el decidir sobre nuestro cuerpo; lo que yo por mucho tiempo no hice, no pude decidir.”

Fuente: Página 12

Donde quiere estar

María Pía Ceballos, Salta

Con su pelo lacio a la cintura y sus ojos rasgados conteniendo emociones, María Pía Ceballos tuvo el orgullo de subirse al escenario en la apertura del ENM. “Participamos de la comisión organizadora del Encuentro, por primera vez”, cuenta esta mujer trans que cuatro años atrás había visto cuestionada su participación en este aquelarre colectivo. “Tuvo que salir la ley de identidad de género para que nos dejen participar plenamente, como nos sentimos, como mujeres”, dice sin resentimiento pero con memoria.

Desde el año pasado, los ENM tienen entre sus talleres el espacio específico de Mujeres Trans. La novedad este año es que forman parte de la comisión organizadora. En la lectura de las conclusiones, pidieron además que esta participación se repita año tras año y quede institucionalizada.

María Pía tiene 30 años y se reconoce militante del grupo Jóvenes por los derechos sexuales y reproductivos de la diversidad sexual Lgbtiq (Jeser) en Salta, así como de La Cámpora. Su “construcción” empezó a los 22 años. “Comencé primero a tratar de ser aceptada en mi casa porque yo me siento Pía de día, no sólo de noche, no quería una doble vida. Esto es lo que yo quiero para el resto de mi vida.” Su madre, que también estuvo participando del ENM, fue su aliada. “Y desde el momento en que en mi casa se pudo dialogar y plantear esta situación, nunca más me llamaron José.”

Durante este Encuentro participó del taller Mujeres Trans, en la Escuela Victorino de la Plaza. Allí abordaron el problema del acceso a la salud, a la educación, al trabajo y a una vivienda digna, “que son los ejes principales en los que nos sentimos vulneradas”. “Queremos la reglamentación del artículo 11 de la Ley de Identidad de Género, queremos que las escuelas dejen de expulsarnos y queremos trabajo digno. Pedimos acá en Salta la derogación de los códigos contravencionales y una zona de convivencia para que las compañeras puedan seguir ejerciendo la prostitución, pero a la vez puedan tener un trabajo digno. Salir de ahí es hoy una utopía. Entonces queremos que se deje de reprimir”, explica.

María Pía, como muchas otras, siente que el Encuentro le dio “un pensamiento más amplio” y que el grupo de mujeres la fortaleció: “Tengo una nueva perspectiva que me da aliento. Ahora sé que no soy yo sola o un pequeño grupo las que luchamos, sino que somos muchas”.

Fuente: Página 12

También las carayanas

Nazaret Flores, Beni, Bolivia

Nazaret Flores también es boliviana y se entusiasma con la idea de replicar los Encuentros en su país. Aunque para ella es sólo un escalón más en una larga carrera como organizadora de debates y encuentros: “Soy dirigente indígena de Bolivia, la presidenta de una regional del departamento de Beni. Tengo 44 años, y 22 en la dirigencia”, se presenta.

Tenía 21 cuando por primera vez en su pueblo, Itonama –una de las 36 nacionalidades que tiene Bolivia en la frontera con Brasil–, fue elegida para presidir la flamante Organización de Mujeres de Itonama. A pesar de que no se sentía a la altura, aceptó el reto y desde allí no paró. “Tenemos muchas problemáticas, como el acoso sexual, el acoso laboral, el tema de salud sexual y reproductiva, la violencia, las violaciones. Esto sucede en las comunidades y con más frecuencia”, relata bajo un sol rajante de mediodía, que parece no amilanarla.

A Nazaret le encanta hablar. “Te cuento…”, inicia cada frase y se larga con las peripecias de su vida: “La Central de Pueblos Indígenas del Beni, que ahora dirijo, aglutina a catorce pueblos indígenas. Antes, solamente, (había) puros varones. A la mujer le daban la cartera de género. Hace tres años nosotros logramos que por primera vez entrara una vicepresidenta mujer”. Esa primera vicepresidenta fue Nazaret, que pronto se convirtió en la presidenta. “Hoy, dentro de este directorio, hemos logrado meter cuatro mujeres”, dice orgullosa.

A pesar de su larga trayectoria en congresos y reuniones de todo tipo, se sorprendió con el tamaño del ENM: “No me lo imaginaba tan grande. En la Comisión de Pueblos Originarios había como 200”. “Escuchamos toda la problemática que tiene la Argentina, que no está tan lejos de la nuestra. Ellas luchan por el territorio igual que nosotras”, cuenta. Allí dice que vio “discriminación hacia mujeres no indígenas”. “Porque en el taller no quieren dejar hablar a las no indígenas. Nosotras las bolivianas ya lo hemos superado. Nosotras llamamos a la sociedad para que trabajemos en conjunto. Lo interesante es ver que mucha gente, los ‘carayana’, o sea, el blanco, el rico, aquí se identifica con los pueblos indígenas. Nosotras éramos muy discriminadas. ‘Esta india, esta selvática’, nos decían.”

Fuente: Página 12

Ahora en Bolivia

Lourdes Kelka, La Paz, Bolivia

Lourdes Kelka tiene 29 años y es trabajadora social en La Paz, Bolivia. Viajó en colectivo 18 horas, con otras 17 compatriotas –“hermanas” como ellas se dicen–, de distintos puntos del país, como Santa Cruz, Oruro o Cochabamba, para vivir la experiencia de participar por primera vez de un ENM. Lourdes se alojó en una escuela, durmió en un aula pequeña con su bolsa y sus bártulos y giró día tras días por las calles de Salta. “Estoy encantada de tener esta experiencia. Es algo muy nuevo y muy bonito”, dice, con sonrisa amable y contagiosa. Es la mayor de cuatro hermanas, de una familia de clase media baja de La Paz, por lo que valora haber podido “acceder a la educación universitaria”. Trabaja en el área de capacitación de la ong Católicas por el Derecho a Decidir, con grupos de mujeres de lugares “periurbanos” de la ciudad de El Alto y de La Paz.

“Había escuchado que el Encuentro unía a muchas mujeres que tienen diferentes voces que dar especialmente en el tema de violencia, en derechos sexuales y reproductivos y en el tema del aborto, que son temas que también nos unen a las bolivianas con las argentinas. Realidades encontradas”, cuenta al final de uno de los talleres de Mujeres, Anticoncepción y Aborto. “El aborto en Bolivia es la tercera causa de muerte materna. Está penalizado, pero las mujeres abortan lo mismo. Por lo tanto creemos que esta problemática, que está matando a las mujeres, tiene que cambiar. Tenemos el derecho a acceder al aborto legal y seguro”, explica.

“Me parece que es cierto que la que viene al Encuentro se va siendo otra, como me habían dicho. Es apasionante toda esta experiencia. Ves que se encuentran realidades de las mujeres a nivel mundial. Es otra cosa desde hoy para adelante.”

En su caso, el cambio la entusiasmó y la impulsa a llevar la experiencia a su país: “Ahorita está en nuestra cabeza que podamos promover nuestro encuentro. Tal vez primero a nivel nacional y después con otros países”, dice, desplegando otra vez esa gran sonrisa de dientes blanquísimos.

Fuente: Página 12

Una entre tantas

Victoria Centurión, Ciudad Oculta, CABA

A Victoria Centurión este, su primer Encuentro, la tiene conmocionada. Su boca le tiembla un poco al hablar y de a ratos la piel se le eriza. Nació hace 41 años en Paraguay pero se crió en Argentina. Hace más de 20 trabaja en un comedor comunitario en la Villa 15, conocida como Ciudad Oculta, en el barrio de Lugano, Ciudad de Buenos Aires. “Atendemos un montón de problemáticas del barrio. El tema de la violencia hacia la mujer, abuso, trata, y ahora el que más nos aflige es que los chicos se mueren día a día por el tema de la droga”, relata, mientras piensa en sus dos hijos varones, de 21 y 23 años. Sentada en un aula vacía de la escuela donde asiste al taller Mujeres y lucha contra las drogas, dice que estos días escuchó “un montón de experiencias, hasta hemos llorado en las aulas porque somos madres y nos golpea muy de cerca”. Esta primera vez todavía le eriza la piel: “Les decía a mis compañeras de Mujeres del Frente Progresista y Popular que nunca había estado en una unión así, de muchas mujeres, donde una puede venir y expresar, pedir por nuestros derechos, de nuestros niños, pedir por el futuro de nuestra sociedad, pedir por cosas que nos corresponden y exigir al gobierno que nos ayude, que nos dé las herramientas necesarias”. En la apertura del Encuentro, cuando las mujeres empezaban a gritar y a cantar también, se turbó y casi lloró porque se decía “pucha, mirá lo que me perdí” todos estos años.

Para venir tuvo que organizarse en el comedor y otras mujeres se quedaron a cocinar para las más de 160 personas que reciben cada día. En su casa, dice, la apoyaron: “Yo tenía un poco de miedo porque no sabía con qué iba a encontrarme y mi familia me decía ‘andá, es algo nuevo’”. Su experiencia en el Encuentro la llenó de contradicciones: “Es como que vos tenés un problema pero escuchás a la otra persona y ves que tu problema es más chico que la que vive en Tartagal o en Corrientes. Me siento muy contenida al ver que tantas mujeres en todo el país estamos en la misma lucha. Pero también te agarra una impotencia de que esto es generalizado”.

“Lo que me llevo es la emoción y las ganas de seguir luchando. Y pedir que se cumplan las leyes en el aborto, la violencia, la trata de personas. Con esto es como que tenemos más fuerza entre todas para pelearla unidas”, dice. Finalmente repite, como si quisiera grabárselo en los oídos: “El Encuentro me cambió, me cambió, me cambió”. Hasta dónde llegará esa transformación, sólo ella lo verá, en los pasos que dé de ahora en más, y seguramente en el próximo Encuentro.

Fuente: Página 12