“TRATO DE NO CREÉRMELA”

Se recibió de contadora y trabajó en empresas pero nunca dejó de escribir. Se animó a mandar una novela a un concurso y lo ganó. Hoy integra el jurado de ese mismo premio, es de las escritoras que más vende en el país y hasta la reconocen en una calle de Jerusalén.
 
Escribe Sonia Santoro
Fotos Juan Pablo Barrientos
A mediados de noviembre, el ciclo Teatrísismo estrenó la obra Elena sabe, basada en la novela homónima de Claudia Piñeiro. Se conoció también que Mercedes Morán será la protagonista de la adaptación en cine de su libroBetibú, la historia de una periodista que descubre un crimen. Apenas unos días antes, la escritora estuvo dedicada a ser jurado, leyendo relatos de otros que –como ella no hace tanto tiempo– añoran ser los elegidos. Y como si fuera poco, acaba de terminar su última novela, que se publicará para la Feria del Libro del año próximo.
En medio de esta catarata de sucesos que son su vida, ella se hace tiempo para tuitear cosas como “2 hs para llegar d mi casa a BA y 2 hs para volver, siempre a paso d hombre/mujer. La ecuación no da más. O ensanchan calles o eliminan coches”.
A un promedio de 25 tuits por día, la escritora Claudia Piñeiro pisa tierra y todavía se sorprende de que a alguien se le ocurra reconocerla por la calle o pedirle una crónica. “Todo es muy relativo, tiene que ver con momentos, con golpes de suerte”, dice.
 
–Sos una gran tuitera. ¿Qué es lo que te gusta de ese medio de comunicación?
 
–Por un lado, me interesa mucho la información. Es como pasar por los titulares de los diarios permanentemente porque se están subiendo cosas todo el tiempo. Desde que lo uso, el diario es viejo porque ya vi un montón de cosas en Twitter. Es una manera de estar muy actualizada porque soy curiosa. La mayoría de la gente que sigo son periodistas. Y muchos periodistas culturales o sitios culturales, porque dan noticias de concursos y del medio. Desde el punto de vista del que escribe, me resulta muy divertido el intercambio. Muchos lo usan sólo para contar lo que están haciendo. Lo usan más como un medio de prensa instantánea. Pero yo soy activa. Lo uso como cualquier usuario. Hay diálogo con otros usuarios que me resultan divertidos. En general le contesto a todo el mundo, cosa que muchos escritores no hacen.
 
–¿Hay una manera “correcta” de tuitear?
 
–Cada uno lo usa como le parece. A mí me divierte intercambiar así. Tener un diálogo aunque sea mínimo. Hay otra gente a la que le interesan otras cosas, pero me parece válido.
 
–¿Sentís algún tipo de dependencia de las redes sociales?
 
–Lo tengo en el celular y en la compu. Entonces lo uso mucho porque estoy trabajando todo el tiempo en la computadora. Si no lo tengo, no lo tengo, no me pasa nada grave.
 
–¿Cómo es tu relación con los e-book o tecnologías que te permiten tener y leer muchísimos libros en un pequeño espacio?
 
–No compré nunca todavía un libro digital porque me gusta mucho el papel. Pero sí me pasa que he tenido que leer libros en viajes y no puedo trasladar tantos, entonces los leo en el iPad. Me resulta fácil. Yo también leía mucho en la computadora. Estoy acostumbrada. Pero de todos modos, si puedo elegir, elijo el papel.
 
–Escribís en distintas publicaciones. ¿Cómo conviven estos textos breves a pedido de un editor con tus novelas?
 
–Es bien diferente. En la escritura a pedido hay una cuestión de oficio, de cumplir con determinada expectativa de lo que te pidieron. Tenés un tamaño, una idea. En la novela no cumplo con la expectativa de nadie. El lenguaje también es diferente, hay cosas que usás en las notas que en la novela no. Es ponerte a escribir de un modo distinto. Tampoco tengo un horario para novela y otro para nota. Si tengo que entregar una nota mañana, hoy escribo. Las fechas son mucho más cerradas. Hago el trabajo que tengo que hacer. Hoy, que tengo que presentar una novela la semana que viene, voy a leerla. Depende de esa necesidad. Cuando mis hijos eran más chicos trabajaba en el horario en que iban al colegio, de 8 a 17. Ahora que son adolescentes grandes se me desorganizó un poco porque cuando vuelven puedo seguir trabajando. No tengo urgencia de aprovechar.
 
Claudia Piñeiro es como esos personajes de novela que, a pesar de su apariencia calma, sorprenden con sus cambios drásticos y decisivos. Así, por lo menos, fue como dejó de ser contadora para dedicarse a escribir. Ahora lo hace con naturalidad en su casa del conurbano. Dejar atrás la ciudad y adentrarse en las calles silenciosas del country donde vive remite inevitablemente al libro que la hizo popular: Las viudas de los jueves.
 
El verde de ese paisaje bucólico, que tan bien supo tensionar a través de su pluma, se ve desde los ventanales de su living, donde se arrinconan algunas traducciones al italiano de Betibú y otras tantas al alemán y al croata de su obra más exitosa, Las viudas…
 
–¿Quedó en el pasado la idea de que un escritor está o debe estar en una especie de castillo de cristal para escribir?
 
–No es mi caso. Creo que son casos bastante particulares. Primero porque el escritor tiene que trabajar, dar clases en la universidad, talleres, ejercer como periodista. Esa misma necesidad hace que no puedas estar en el castillo de cristal. Por otra parte, hay toda una energía muy interesante que viene del afuera. Cuando estás en un bar hay una energía que no es estar en el castillo. Además, lo que te demanda como trabajo adicional el hecho de que su libro salga, las presentaciones, la prensa. Uno quisiera hacerlo menos pero entonces el libro circula menos. Esto se da bastante en los últimos años.
 
–Publicás en medios de distinta ideología. ¿La literatura va más allá de las posiciones políticas?
 
–Publico en medios que tengan distinta ideología política siempre y cuando yo pueda mantener la mía. A veces alguien me dice “este párrafo a lo mejor les cae mal”. Si les cae mal, no publicaré. No escribo política pero el escritor tiene una mirada política sobre el mundo. Hoy hay una situación de polarizaciones que habría que ir relajando un poco. Todos los que piensan de una manera publican de un lado; los otros, del otro. Qué pasa con los que estamos en el medio evaluando los hechos sin dogmatismo. Qué hacemos. Quizás hoy es la posición más difícil. Pero jamás tuve un problema en ningún medio. En algún momento en que estaban los hijos de Noble, muy en primera plana tenía que mandar una nota a Clarín donde mencioné a las Abuelas de Plaza de Mayo y su lucha. La mandé y no pasó nada. Lo mismo cuando publicaba en Télam: mandé una nota bastante dura donde hablaba de las responsabilidades políticas en el choque de trenes de Once, y tampoco me hicieron ningún problema. A veces los pruritos vienen de uno.
 
–Hace poco se entregó el premio Clarín novela, del que fuiste jurado. ¿Cómo vivís esta etapa donde estás del otro lado, del lado de quien decide qué obra es merecedora de ganar?
 
Con muchísima responsabilidad porque yo sé lo que genera eso en la persona que está esperando. No necesito imaginar lo que están pensando los 10 finalistas.
Por eso yo leo todos los libros enteros, algunos si no los enganchan hasta cierto punto no siguen. Pero yo sí porque tal vez en algún momento pasa algo levanta…
También agradezco que me hayan invitado porque es un gran reconocimiento.
 
-Partiendo de la base de que todas las obras que se presentan a un concurso de esa magnitud están bien escritas, ¿qué es lo que hace que una obra se diferencie del resto y resulte ganadora?
 
A veces sucede que hay una que se despega totalmente y que no hay ninguna duda. Nos pasó en el premio Emecé con El país imaginado. A los tres jurados nos pareció inalcanzable. Eduardo Berti es un escritor muy importante. Por la prosa, el lenguaje, la composición de los personajes era llamativo.
En otros pasa que todas son muy parejas. Ahí lamentablemente, o no, entra a jugar el gusto personal. Y cuando no coincide entre los jurados, hay que negociar con los otros, empezás a explicar, a argumentar, por eso hay reuniones donde conversás con los otros para llegar a un acuerdo.
 
-Tu living está poblado con libros tuyos traducidos a otro idioma, viajas por el mundo presentando tus novelas, sos muy reconocida como escritora, ¿recordás el día en que eso se transformó en algo natural?
 
Te digo la verdad, no hay ese hito porque yo siempre trato de no creerme nada. Porque yo no creo en nada. Todo es tan efímero. A veces veo que hay escritores que con determinados logros hacen prensa, lo informan; yo no. Lo que es impresionante es que tus libros circulen por tantos lugares. Lo otro tiene que ver con ir a ferias, presentaciones. Ahora, por ejemplo, yo iba caminando por Jerusalén y una señora me dice, en inglés: “¿vos sos Claudia Piñeiro?” Eso me shockeó. Eso me sorprende ahora, y siempre.
Por otra parte, nada me sorprendió en el sentido de “mirá lo que me toca”, porque todo es muy relativo, tiene que ver con momentos, con golpes de suerte.
Lo que más me impacta es la circulación por otros países. Lo otro es de alguna manera una ficción, es casi como que tenés que ser un actor que te ponés una fachada para hacer eso que no es lo que te sale naturalmente.
Me llaman más la atención otras cosas. Hace poco salió una antología: Sam no es mi tío. A mí me pidieron el texto de crónica para una universidad, y después salió por Alfaguara. Cuando vi que salió y con los autores con los que estoy, me impresionó porque hay autores que admiro. Eso me impacta. Que alguien haya dicho “la voy a llamar a esta chica para que haga una crónica”.
 
Claudia Piñeiro acaba de terminar su última novela que espera ver publicada con “mucha ilusión”. Es algo que le faltaba contar, la relación padre-hija; que relata alejándose, claramente asegura, del género policial.
Para ella siempre habrá cosas que narrar porque desde que recuerda, escribe. Pero tuvo que estudiar y recibirse de contadora, trabajar en una empresa y demás peripecias de su vida, para darse cuenta que eso que tanto placer le daba podía dejar de ser un hobby para transformarse en una profesión. “En la facultad teníamos un dicho, parafraseando a San Martin: ‘serás lo que debas ser o serás contador público nacional’. Más allá de eso seguía escribiendo, seguía formándome en talleres con Enrique Medina, etc. y en un momento mandé una novela por primera vez a un concurso en la Sonrisa Vertical de Tusquet. Me pedí una licencia en el trabajo y me puse a escribir la novela. La cuestión es que la mandé y quedé entre los diez finalistas y ese día yo recibí un espejo: ‘si te dedicas a esto a lo mejor algo lográs’. Fue ese espejo que muchas veces necesitamos; que alguien nos diga por acá puede ir la cosa”.
 
-¿Qué es ser escritora?
Es ontológico. Uno escribe y después se pregunta por qué escribe o por qué es escritor pero hay una necesidad básica de escribir. Ni siquiera te diría de comunicarte a través de la escritura. Uno necesita escribir y después necesitás que alguien lea eso y que se complete eso en la cabeza del lector porque en definitiva es un acto de comunicación.
Es una necesidad con las que algunos nacemos y otros no. No todo el mundo necesita escribir, ni siquiera todo el mundo necesita leer. Por más que a los que leemos nos parece fundamental leer, hay gente que no siente que no siente esa necesidad y puede tener una vida plena y larga e interesante sin haber leído y sin haber escrito por supuesto. Pero a otros nos es imposible. Uno ya viene con ese paquete, uno no es sin la escritura, ya está.
 
-¿Para qué sirve escribir?
En este sentido, sirve para no defraudarte a vos mismo. No solamente la escritura. Hay muchas otras cosas que uno niega y no las hace y eso te impide desarrollar determinadas posibilidades, deseos, etc. Para lo que sirve a quienes tienen ese motor es para ser fieles a su deseo, a su necesidad, a lo que son.