MAESTR@S DE BUENOS AIRES

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Ante el paro de los y las docentes de la provincia de Buenos Aires, la autora, relata el compromiso y el trabajo diario de quienes ejercen esta profesión por momentos tan vapuleada como indispensable para la educación de la infancia del país.
 
 
Por Julieta Antonelli*
Desde hace dos años tengo el honor de participar de la actual política educativa del Estado Nacional como parte del Plan Nacional de Mejoramiento de la Enseñanza de las Ciencias Naturales. Tengo la suerte de tener acceso a las aulas de las escuelas públicas de la Ciudad de Buenos Aires y luego un espacio para reflexionar con los/as docentes sobre el trabajo y el aprendizaje de los pibes. Tengo además reuniones mensuales con la referente de la ciudad y reuniones trimestrales con los referentes nacionales del Plan; es en esas instancia donde informo lo que está ocurriendo, los avances y retrocesos en las metodologías y estrategias para enseñar ciencias naturales; siempre teniendo en cuenta el derecho de los chicos a acceder al conocimiento. Pero la verdad es que no me alcanza con contarlo en los informes a las autoridades del Ministerio de Educación, me gustaría que todo el mundo estuviera al tanto de lo que pasa. 
En el ejercicio de mi tarea realizo visitas a escuelas con población socialmente vulnerable, hablo con los directivos, con los auxiliares, los bibliotecarios, escucho los comentarios de la sala de maestras/os, miro cuadernos, pongo en uso espacios y materiales como tubos de ensayo o libros de ciencias. Con estas experiencias aprendí muchísimo y me siento mejor docente.
La tarea diaria de las maestras/os está sujeta permanentemente a evaluación. No solo explican a los chicos, les explican a las familias qué y cómo enseñan, exponen su trabajo a las autoridades de la escuela, del distrito y del Ministerio de Educación; pero además pareciera que tienen que explicarle también a todos los ciudadanos por qué el calendario escolar está organizado de esta manera y tienen el mes de enero de vacaciones,  por qué cobran el sueldo que cobran y por qué no es suficiente para valorar uno de los trabajos más importantes de un país y para mantener una familia. Son profesionales cuestionados permanentemente y menospreciados, lo cual obedece muchas veces a cuestiones de género, ya que la mayoría de los trabajadores de la educación somos mujeres.
Los/as docentes además se ocupan de capacitarse y mantenerse al día con los nuevos lineamientos de educación, con las nuevas tecnologías, con los proyectos que les exigen desde Gobierno de la Ciudad y con los planes que llegan a la escuela desde el Ministerio de Nación. Todo el tiempo se preguntan cómo mejorar como profesionales, cómo hacer que los pibes aprendan más y mejor y cómo contribuir a que sean buenas personas que piensan y no se callan. No sé si muchos otros profesionales se replantean cada día su accionar.
Las maestras y maestros que me toca acompañar se ocupan de que sus estudiantes desayunen para que puedan usar sus cerebros, los incentivan para que se diviertan, jueguen, construyan conocimiento y valores.
Una maestra que usaba la huerta como recurso para enseñar me comentó que la mayoría de sus alumnos había empezado a tener sus propias huertas instaladas en las paredes de sus viviendas y a comer más sano, y que los chicos se valoraban más a sí mismos y a la naturaleza. Otra maestra me pidió que la ayudara a que sus chicos se lavaran las manos antes de comer, y me dijo: “No alcanza con que uno se los diga, quiero hacer algo impactante que los deje pensando”. Entonces planificamos juntas una secuencia didáctica que incluía un cultivo de muestras de manos lavadas y sin lavar para que los chicos reflexionen y lleguen a los conceptos de forma constructiva. Otra maestra estuvo meses pensado una secuencia que luego llevó a cabo en la cual había una articulación con los contenidos de matemática. Los chicos midieron, esterilizaron, hicieron reacciones químicas y terminaron haciendo dulces. Me dijo después que esa actividad logró que ellos adquirieran conocimiento y supieran que son personas importantes. Otra maestra me contó que se sube a una escalera a escondidas y con un palo de escoba accede al tablero para prender la luz en el laboratorio, cuando le comenté que se podía caer me respondió: “es que mis nenes se merecen que yo haga el esfuerzo”. Un día llegué a una escuela y una docente estaba con el pie vendado, y me contó que el día anterior un alumno le había pegado, pero que ella estaba trabajando igual porque ese día iba la familia del nene a la escuela y no quería perder la oportunidad de hablar con los padres para ayudarlo.
En estas escuelas los chicos viven su niñez como niños. Aprenden, comen, juegan, abrazan a los adultos, hacen amigos y desarrollan  habilidades. Sus maestras y maestros confían en ellos, no se estancan en las dificultades (que son muchas) sino que creen en el potencial de cada uno, garantizan sus derechos y luchan ante las injusticias.
Obviamente, como en todas las profesiones hay gente ventajera y trepadora, pero ya la misma vocación es un filtro importante.
Es por esto (y por mucho más que no escribo) que me llena de furia escuchar comentarios que denigran y faltan el respeto a gente como los/as docentes que acompaño. Son ellas/os quienes están forjando el futuro cuidando lo más importante que tiene un país. Son ellas/os quienes me demuestran que se puede construir un país más solidario lleno de gente que no se deje engañar y que esté preparada para enfrentar las dificultades de la vida adulta. Ellas/os me muestran que no todo está perdido y me dan esperanzas para el negro futuro al que le tengo miedo.
 
 
*Licenciada en Ciencias Biológicas.
Acompañante Didáctico del Plan Nacional de Mejoramiento de la Enseñanza de las Ciencias Naturales.
 

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