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HASTA LUEGO FLORENTINA

florentinaAyer a los 99 años murió la alfonsinista Florentina Gomez Miranda. En homenaje, recuperamos una entrevista realizada por Artemisa Noticias para la celebración del Día Internacional de la Mujer de 2006.

Allí, esta luchadora por los derechos de las mujeres desde la cuna, hacía un recorrido por su memoria y avizoraba el futuro. No se salvó nadie en esa nota: de Eva Perón a Cristina Kirchner, pasando por Fidel Castro y Raúl Alfonsín fueron blanco de crítica. Una mujer a la que las argentinas le debemos mucho.

Paf, paf, paf. Los golpes secos llegan desde la habitación contigua. Aquí hay varios premios, un escudo nacional, algunas fotos de Raúl Alfonsín, y dos libros a medio leer ‘El Coti’ y ‘Cristina’. A la dueña de esta casona de unos 150 años -según atestigua un señor de 100, que tocó timbre y dijo que aquí vivía su padre-, del barrio de San Cristóbal, le gusta leer política.

Quien haya sufrido alguna afección pulmonar reconocería esos golpes a la legua. Son sesiones de kinesiología que intentan aplacar las secuelas de una neumonía que la tuvo internada un mes y medio, el año pasado. Al rato, dos mujeres, una más pequeña que la otra, aparecen a escena.

-Soy una mujer golpeada –bromea la mayor. La otra ríe.

La mayor cumplió 94 años, el 14 de febrero, y lo festejó en una cena íntima que contó con unos 300 invitados en el restaurante Lanin. Ella es una mujer pública. Maestra, abogada, política. Florentina Gomez Miranda, un nombre que muchos conocen, aunque no sepan exactamente de quién se trate, camina despacio hasta el sillón contiguo.

-¿Y viste a Fidel? –inicia la entrevista, recordando que este encuentro fue pospuesto por un viaje de esta cronista a Cuba.

-No.

-Yo lo vi dos veces y le pregunté si todo lo que el había logrado no se puede hacer sin baño de sangre. Me dijo ‘esto mismo que hago yo lo puede hacer un Congreso’. Como que lo hace así porque todavía no está formada una república.

-Nadie quiere pensar en qué puede pasar cuando él muera.

-Es muy difícil. Los líderes son así.

-No quieren dejar el poder.

-Por eso yo prefiero un estadista a un líder. El estadista deja alumnos, el líder no. Porque es natural de él no lo adquirió.

-Y en Argentina ¿quien sería un estadista?

-El último fue Alfonsín. Está vivo pero nosotros mismos le decimos que no, porque no queremos, como lo admiran lo odian. Yo luché mucho y quería que no fuera candidato a senador. Y al final tuvo que renunciar.

-Igual que Menem… ¿cree que tiene que ver con el machismo?

-Es la condición humana, hay gente que se afirma en su liderazgo sin insistir. Donde uno va con Alfonsín la gente se vuelve loca… Yo digo que soy una persona que no estoy en TV ni en radio, nadie me consulta. Digo que en el partido me respetan pero no me consultan. Digo que si me consultaran, algunas cosas hubieran salido mejor.

Así y todo esta alfonsinista ha hecho muchas cosas por los derechos de las mujeres. Como diputada por la Unión Cívica Radical entre 1984 y 1991, siendo una de apenas cinco mujeres en toda la Cámara, logró la patria potestad compartida, pensión para la concubina y para el viudo, divorcio, cese del ‘señora de’.
Su plataforma siempre han sido los derechos de las mujeres. ¿Desde cuándo? Desde que nació y se crió en una familia con 6 hijas mujeres y 2 varones, y soportó que los hombres fueran criados con privilegios por el solo hecho de haber nacido del sexo dominante. Esta hija menor de padres maestros -su madre era una profesora de historia y geografía y su padre era vicedirector de la escuela; ella era católica, él era masón- vivió hasta los diez años en Olavarría.

– ¿Vuelve a Olavarría?

– Cuando me llaman, pero me han llamado una sola vez y ahora el partido está en crisis allá.

– ¿Tiene alguien allá?

– No, fijate que hoy soy la única Gomez Miranda. Todos fallecieron. Grandes las mujeres. Mi madre a los 78 años, papá a los 63. Mis dos hermanos murieron jóvenes. De las seis mujeres, la menor tenía 63 años pero la última murió a los 96 y otra a los 94. Y yo acabo de cumplir 94, el 14 de febrero. A mí me decían naciste para carnaval. Es cierto, mi papá jugaba al agua y me ponía a mí, eso era muy común en todos los pueblos, hacer globos, llenar las bañaderas, ¡el tiempo que tardaban en llenarse!, ahhh. No era nada grosero, era otra época.

– ¿Su mamá trabajaba afuera?

Sí, yo en mi casa vi siempre trabajar. Las mujeres fueron maestras, la única que siguió carrera universitaria fui yo. Yo era feliz. Fui maestra en un pueblito, Salazar, cerca de Pehuajo. En realidad, yo vine a La Plata y me recibí de maestra. Y ahí fue mi primer acto de rebeldía, yo era buena alumna, no tenía mala conducta nada. Mi hermana mayor me hacía sufrir porque en las clases de canto ella se ponía abajo del piano con otras. Yo sufría.

– ¿Nunca hizo travesuras?

– No. Entonces, cuando me recibí de maestra, con el mejor promedio, todo el mundo creía que yo iba a seguir el profesorado. Pero no me inscribí porque estoy cansada de sentir el timbre, de entrar a clase, no quiero saber nada. Pero mi padre falleció y tuvimos que salir a trabajar. Entonces fui a esa escuela, que tenía hasta cuarto grado. En el pueblito de Salazar no había luz. Ganaba 130 pesos, pagaba la pensión, me cubría mis gastos y mandaba plata a casa pero ¿sabés cuánto costaban los zapatos? 1,39.

– O sea que ganaban bien, ¿en que año?

-En los 30 y tantos.

– O sea que el dicho ‘más hambre que maestra de escuela’ es posterior. ¿Qué pasó?

-Sí, la ley 1420 no se cumplió, falta de educación. La crisis viene de entonces. Ahora la gente se preocupa de economía pero si tenés una persona talentosa en economía pero no es honrada no tenés nada. Nosotras éramos radicales de familia pero yo no estaba afiliada porque no tenía el voto. De modo que yo decía los hombres son poco inteligentes. Primero, hay que prepararse para ser presidente, no cualquiera puede ser presidente. Si yo me preparo para ser presidenta, qué es lo primero que pienso, en hacer los ministerios… acá a los ministros los nombras cuando ya está el presidente, nadie hace campaña con sus ministros.

-¿Cómo vivió el proceso de acceso de las mujeres al voto?

-Yo luché enormemente. Fue en ’47 con perón. Yo estaba contenta pero nada más, no podíamos hacer nada.

Ella que se había negado a poner el retrato de Eva Perón en el aula, que la había combatido de todas las formas posibles, un día, el 7 de mayo de 1984, tuvo que rendirle homenaje. Cómo será el encono que todavía guarda el breve texto que leyó entonces. Fue un golpe duro pero con cierta distancia reflexiona: ‘Cuando terminé eran tantos los abrazos, claro la mayoría eran peronistas, los besos que yo he recibido de los peronistas nunca supuse, muchos peronistas me conocen y me recuerdan por eso. Y yo no hice loas, creo que fui justa en lo que dije. Yo pienso, con el tiempo, un día tuvimos que hace un acto que comparábamos la vida de Eva Perón y la de Alicia Moreau De Justo. Yo dije son dos cosas distintas, se comparan lo que tienen algo. Ni la vida. Ni el nacimiento. La verdad que a Eva Peron le faltó cultura. Si hubiera tenido cultura hubiera sido una extraordinaria mujer… fue una extraordinaria mujer. Todo lo que hizo fue en venganza de lo que ella pasó, fue una resentida y una resentida salvaje. No tenía cultura y no encontró freno.’

A Alicia Moreau de Justo, en cambio, la tiene al lado suyo, colgada en una de las paredes del estudio. ‘Sí, qué gran mujer. A los socialistas les digo ‘ustedes de socialistas no tienen nada porque tenían a la Moreau de Justo y nunca le eligieron de diputada ni nada, entró al Congreso porque nosotros le llevamos el cajón’. Me dicen ‘era otra época, ella no quiso’. Cómo no va a querer una mujer del kilate de ella. Yo me acuerdo que en el ’93 mis compañeros de parroquia me habían elegido diputada, entonces venían donde se hacía la lista y me decían florentina está ene quinto, después en el sexto, así llegue hasta el 11. Hice un solo acto y en el acto les dije que los derechos de la mujer iban a ser mi plataforma, y que cuando dejara la diputación la mujer iba a tener los mismos derechos del hombre, y lo cumplí. Conseguí dos grandes, la patria potestad… Y yo reniego con este Eduardo Menem porque yo le había cambiado el hombre por ‘autoridad de los padres compartida’. Y éste se opuso en el Senado, yo estaba ese día, yo le ponía miles de ejemplos en el mundo que no se habla de patria potestad porque es clarito ‘poder del hombre’, pero no, por tradición… y ahora seguimos con patria potestad.

– ¿Usted cree que el lenguaje es importante?

– No es una pavada. Nosotras logramos también lo del apellido de la mujer. Yo era una luchadora tremenda. Será porque me casé grande a los 67 años. Yo decía que hombre se va a animar a una mujer que diga hoy tengo que hacer tal cosa, mañana tal otra. Sobre todo en años pasados. Entonces, yo luché para que sacáramos el ‘de’. Pero fijate vos, todo mi argumento era que el hombre nacía y terminaba con el mismo apellido, el hombre tenía ese derecho y no lo tenían las mujeres, porque no había una ley que lo decía al de, no, era la tradición, pero era tan fuerte que yo sudaba cada vez que tenía que escribir ‘de Allocati’.
Pero ahora sabes qué, hay dos proyectos que quieren cambiar el de por el y o o o con. Entonces, aquí me di cuenta que la falla fue mía porque yo tomé eso como un derecho que tenían los hombres y no las mujeres, y en realidad no es un derecho, es la identidad, que la vamos cambiando por costumbre.

– También está la cuestión de los hijos, que acá no es obligatorio llevar el de los dos. Yo tengo sólo el de mi padre.

-Pero en cualquier momento lo podés recuperar, es un trámite muy sencillo. Pero lo que pasa es que las mujeres que a veces tienen poca cabeza se ponen de fulano de tal porque fulano de tal es alguien. Poco a poco la mujer del presidente se pone de Kirchner. Entonces, voy a hacer un escrito en La Nación.

– Usted pelea todo el tiempo con el diario La Nación.

– Lo que puedo peleo ahí. Hasta cierto punto. El otro día decía vamos a hablar del día internacional de la mujer, en mi cumpleaños, dije vamos a ver el debe y el haber. Yo creo que estamos en debe todavía. (Ricardo) Gil Lavedra que estaba a mi lado se reía. Yo siempre digo que hay un cordón umbilical que va del cerebro del hombre político al cerebro de la mujer política. Yo hace rato corté ese cordón umbilical. Hay muchas mujeres que tienen la tijera en la mano y no saben que hacer y hay otras que no quieren saber nada con la tijera porque les va muy bien cambiándose el apellido.

– ¿Y cómo ve la avanzada de las mujeres en política?

– Creo que no pueden hacer todavía nada. Creo que en la Corte Suprema van a andar bien. Creo que lo del Consejo de la Magistratura no les ha caído bien a los jueces. El presidente dijo que él hubiera estado contento si hubiera habido otro proyecto, ¡que no mienta! Si no querían cambiarle ni una coma al proyecto. Tenemos un presidente que habla mucho.

– Usted dijo lo mismo de Cristina Fernández.

– Y yo dije, de ser Cristina, yo hubiera renunciado. Porque yo sé el poder de la sábana. Entonces, cualquiera tiene derecho a pensar que está defendiendo a su marido. Por eso no me gustan los matrimonios en política. No me gustan los matrimonios que escalan posiciones juntos.

-¿Cómo la ve a ella, es la nueva presidenta?

– Pareciera que sí, pero ella, no sé, es mucho más brava, como dicen.

Brava. ¿Será esa la palabra adecuada para describir a esta mujer que hasta en sueños da discursos impetuosos y de toda coherencia? O para aquella que a los treinta y pico enfrentaba a sus profesores de la Facultad de Derecho de La Plata sin inmutarse. No es difícil imaginar su tozudez, que en los últimos tiempos la ha llevado a volver a caminar mucho más rápido de lo que los médicos pronosticaban, de tanto darle al trípode, al bastón y por supuesto de lanzarse sola a gastar unos zapatos de medio taco –siempre han sido su debilidad- que se hace a medida. Algo de su bravura quisiera traspasar ella a muchas mujeres que, a su modo de ver, ‘están muy tranquilas’.

– ¿Hubo alguna cosa que no pudo hacer por ser mujer?

– No, por lo menos intenté. Hay cosas que le sigo discutiendo a los políticos. Todavía en todos los partidos hay diferencias. Ahora quién tiene la culpa de esto. Las mujeres están muy tranquilas. Yo digo que hemos ganado número en las cámaras pero no hemos ganado poder. Porque las cosas del poder, a mí no me interesa si es conservadora, socialista, comunista… pero todavía son muy sectarias.

– ¿Cómo explica que todavía no se ratifique el Protocolo Facultativo de Cedaw?

– Lo que pasa es que no le ha llegado a la gente todavía. Yo les decía metanlo en todos lados para que la gente entienda qué es eso, porque sino que sabe la gente.

– Y el aborto ¿cree que se va a despenalizar?

– Creo que no. No me gusta eso de que se logra algo, o lo logramos bien o no lo logramos nada. En realidad, nosotros no tenemos inconvenientes con la Iglesia, porque queremos lo mismo, queremos que la gente no aborte. La única diferencia está en cómo lo logramos. Nosotras lo conseguimos con educación y ellos con abstinencia o con grandes temores del más allá. A mí me dicen ‘cómo usted que es católica’. No, no, yo soy católica pensaste.

– ¿Se confiesa?

– Dejé de confesarme cuando estaba en el campo como maestra. Los domingos iba a misa. Entonces, una vez me decido confesar. A mí siempre la confesión me causó una cosa rara. Entonces, decía he cometido pecados, qué se yo que diría. Y no sé como en esta confesión salió la guerra española y al cura le digo soy republicana. Para qué. De todo me dijo, habido y por haber. Y me mandó una penitencia de no sé cuántas ave marías. Nunca más me confesé. Bueno, por algo tengo 94 años.

– ¿Qué le enseñó la edad?

– Todo, ya puedo dejarlos solos. No, creo que siempre hay algo por hacer. A mí me preguntan qué piensa de esto, mañana. Cuál es el día más feliz de su vida, mañana. Porque no sé si mañana voy a tener una satisfacción material o espiritual. Cómo voy a decir que el más feliz fue mi casamiento, no sé qué puede pasar mañana. Soy optimista.

En el mundo de Gómez Miranda, está Delfina, su dama de compañía desde hace unos 15 años, su secretaria, la masajista, también la peluquera que la peina y le deja unas manos impecables. ‘El gineceo’, dice ella y ríe. Aunque también le gustan los varones, por supuesto. Famoso es ya su perro cívico, nacido al calor de la democracia y fallecido. Ahora está Piti, de gran parecido pero ningún parentesco. Además de Alfonsín, en sus paredes se puede ver a su único marido, Amadeo Allocati, maestro, diputado y abogado; como ella, que insiste en la importancia de su primera carrera. Ella dice que a sus problemas no los ha solucionado ni como abogada ni como política, sino como maestra. ‘Porque el maestro no solamente enseña conocimientos, tiene que educar y educa desde el primer día. A nosotros nos entregan una arcilla, tenemos que moldearla. Cuando Perón dio asueto el sábado, la única de mi escuela que se opuso fui yo. Nosotros sabíamos en la escuela del pueblito que del sábado al lunes el chiquito ya no sabía nada porque era un día que usted no educó. Y la educación no es enseñar. Yo recuerdo que mi primera enseñanza como maestra fue dando clases en una escuela de La Boca. Era 25 de mayo. Yo de acuerdo a las enseñanzas de la pedagogía me di una clase magistral, con ilustraciones, hablé todo el tiempo, estaba chocha. Cuando termino digo ¿qué pasó el 25 de mayo?. Todas las manos levantadas. A ver vos: ‘llovió’. Lo único que aprendieron era que usaban paraguas. Entonces, entendí que no era una cosa que yo hiciera sino que tenía que lograr que el chico hiciera. Yo me recibí de abogada sin asistir a una sola clase.’

– Pareciera que las nuevas generaciones de mujeres no han aprendido mucho de lo obtenido por el movimiento feminista.

– Lo que se ha conseguido no creo que se deje de conseguir. Pero yo creo que todo es un problema de educación. Esto que pasó en Cromañon no es un problema del gobierno es de todos. Si un padre va a un lugar donde no entran, a qué lo lleva. Yo no digo que una madre que llevó tiene la culpa. Yo digo, qué educación tiene.

– ¿Cómo decidió estudiar abogacía?

– Ya trabajaba en al escuela 81, eran las escuelas Laines que eran hasta cuarto grado. Yo tenía chicos en cuarto de hasta 18 años. Entonces, pensé estudiar odontología porque en mi mente estaba todavía que las mujeres teníamos que estar cerca de casa y haciendo odontología podía poner el consultorio en casa. Pero en todas las carreras me pedían prácticas, la única que era libre era derecho, entonces la elegí. Por eso cuando me dicen cómo quiere la presente digo: maestra por vocación, abogada por elección y política por pasión.

-¿Qué es lo que más bronca le da?

– La injusticia. Mi padre me dio el sentido de la justicia. El era vicedirector de la escuela normal de Olavarría, y estaba como alumna la hija del director y entonces papá le puso una baja nota, le hicieron la vida imposible. Y mamá decía: le hubieras puesto dos punto más. ‘No, María no dijas eso.’ O sea el sentido de justicia lo tengo de ahí. Y el sentido de apaciguar, de mi madre. Acá con las chicas del comité tenemos grandes discusiones, y yo trato siempre de mitigar, y eso es bueno en la vida. Lo que no significa que cuando hay una injusticia soy implacable. Lo que pasa es que hay que saber vivir.

– ¿Y cómo se aprende?

– Se aprende viviendo. (risas) Y sobre todo la misión de enseñar te ayuda mucho a aprender a vivir. En el pueblito hemos hecho todo las maestras, no podíamos casar porque no pero hacer para que se casen, nacimientos… Eramos cuatro mujeres, dos Saadi, que eran sobrinas de los Saadi famosos, y dos Gomez Miranda. ¿Qué nos discutían los que se oponían a nosotras? ‘Esas son unas locas porque toman cerveza en invierno.’ Hay cosas buenísimas, yo recuerdo que con estas dos chicas, todas las chucherías que se nos ocurrían las hacíamos. Nos alcanzaba para vivir con lo que ganábamos pero no para darnos los gustos. Teníamos una verdulera que se llamaba doña Petra y nos fiaba. A veces le debíamos 1,20 u 0,80 centavos. Y cuando no les pagábamos, cuando pasábamos nos decía ‘adiós lindas, me deben 1,20’. A los gritos. Esto en el año 30 y tanto…

-Sería una vergüenza…

-Ahh…. Y por ejemplo había cine que lo daban en un salón en el hotel. Era un salón largo y había filas de sillas y un tablón en el medio separando unas sillas de otras. ¿Por qué la separación? Porque en una estaban los matrimonios y los novios oficializados, y en el otro las soletas y los solteros. Era la condición social. Así mil cosas. Nosotras éramos muy libres, sino nos hubiéramos enloquecido.

– ¿Cuánta gente vivía en el pueblo?

– No llegaban a 1000. Por ejemplo, los nacimientos eran como ovejas, los médicos o comadronas no iban porque no era necesario. No había luz…

– ¿Y entonces cómo veían cine?

-Traían en el tren. Ibamos todas a esperarlo y a veces tardaban porque no sé qué pasaba, porque estas cintas se daban en varios lugares y no había copias…

– No me dijo que cosas la divierten…

– Veo televisión, las obras esas que me río porque son tan ingenuas.

– ¿Las novelas?

– Sí las escucho, a veces las pierdo pero perder un capitulo no es nada, entonces no te afligís.

– ¿Y con Delfina cómo se lleva?

– Ella es una esclava que le doy algunos derechos que no tiene (risas).

– Delfina: me debe un mes y medio de tortura, vivir en el hospital, ir y venir, llorar, rezar.

– Pero daba grandes conferencias.

– Delfina: decía ‘me llamo Florentina Gomez Miranda, soy radical y de Alfonsín y tengo 93 años.’ Y daba discursos, muy coordinado todo.

Florentina ríe. Las flores naranja de su camisa bailan al compás, a tono con sus uñas y unos aros amarillos redondos. Sin olvidar los labios, por supuesto. Su atuendo, como siempre, lo elige ella, acompañada de Delfina. Las polleras se las hace a medida, todas iguales, ya sabe que son las que le quedan mejor. Y los zapatos también se los hace a medida. El día de la entrevista llevaba un par color chocolate con recorte en la punta en otro tono. Son su debilidad -O cómo acordarse sino del precio de hace 70 años-. En su intento de seguir gastándolos como antes, ella va todas las tardes al Comité. Allí no sólo trabaja, sino que lo mantiene económicamente. Mañana siempre será tiempo de descansar. ¿Alguna duda? Para este 8 de marzo tiene planificado un viaje a Almirante Brown y otro a Trenque Launquen. Y como para que quede claro que las luchas las lleva hasta el final, al día siguiente de la entrevista, esta cronista recibió el texto homenaje a Eva Perón en su correo.

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