EL CUERPO FEMENINO EN LA TELEVISIÓN


En la actualidad, casi nadie discute el poder de los medios masivos de comunicación para instalar agenda, aquello que luego será debatido en los distintos espacios de la sociedad. Para algunos más, para otros menos, son formadores de la opinión pública con una importante potencialidad para incidir en la conciencia social. 


 


Resulta importante, entonces, analizar los estereotipos femeninos (y dentro de éstos específicamente el cuerpo de la mujer) en los medios masivos (en particular en la televisión) con espíritu crítico y conscientes del poder de reproducción de patrones culturales y también de persuasión que poseen los medios.  


 


Tres mujeres reflexionan sobre la temática: Beatriz Gutiérrez, integrante de la Multisectorial de Mujeres de Santa Fe, Majo Gerez, secretaria de género CTA Rosario y Ximena Frois, educadora en sexualidad y género, integrante del equipo ESI (Educación Sexual Integral del Ministerio de Educación de la provincia de Santa Fe). 


 


Ante la consulta sobre por qué sería un tema que merezca la pena analizarse, Gutiérrez afirma que los altos niveles de violencia contra las mujeres se legitiman desde los medios “fundamentalmente a través de la manipulación de las imágenes del cuerpo femenino en la televisión que por su característica de ubicuidad llega sin obstáculos a la mayoría de los hogares”.


 


En efecto, según el informe de la Encuesta Nacional sobre Acceso y Uso de Tecnologías de la Información y la Comunicación (ENTIC. Noviembre 2015) el 98% de los hogares argentinos tiene TV y más del 60%, internet. Con estas cifras, no es difícil imaginar que la repetición incesante de determinadas imágenes surte un efecto devastador cuando casi la totalidad de hogares argentinos  están sometidos a esa exposición.


 


Gutiérrez abunda:  “Por un lado, la televisión formatea una idea de belleza “inclusiva” que daña la psiquis de las niñas, adolescentes y jóvenes haciéndoles creer que no les queda otra más que pertenecer a ese ideal, y muchas veces ese ideal les significa transitar por enfermedades como bulimia, anorexia, depresiones e intervenciones quirúrgicas peligrosas para sus cuerpos.”   


 


 


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Otra característica que acelera la penetración en la sociedad de determinados patrones culturales sobre el cuerpo de la mujer tiene que ver con la ´coincidencia´ de su exhibición en los programas más exitosos en términos de medición de audiencia.  “Hay infinidad de programas exitosos en los que se configura a la mujer como personaje secundario, ornamental y destinatario de bromas sexistas a contracara de un varón fuerte, seguro y ´ganador ´y que no hace más que legitimar las formas de violencia contra las mujeres.” El programa de Marcelo Tinelli es un ejemplo claro y cotidiano, sin embargo no el único. Tinelli quizás sea más evidente, basta recordar cuando cortaba las polleritas de las bailarinas o en la actualidad cuando se despliegan bailes donde el varón literalmente golpea a la mujer en una supuesta parodia de acto sexual, pero la reproducción de estereotipos y la denigración a la que muchas veces se somete a la mujer circula libremente por varios programas, incluso en noticieros periodísticos. La periodista Silvia Martínez Cassina denunció amenazas del grupo Clarín a propósito de sus comentarios a favor de la lucha de género: «Ojo con la lucha, Silvia, que esa Juana de la que hablan (por Juana de Arco) terminó quemada en la hoguera».


 


Pero donde Gutiérrez centra más su atención es en el caso de las publicidades televisivas donde se sigue anclando a las mujeres al lugar doméstico, donde se las hace responsables de las elecciones del consumo familiar: “Las publicidades siguen anclando a las mujeres al lugar doméstico, haciéndolas responsables de las elecciones del consumo familiar, pero además son destinatarias de campañas seriales que la colocan en el papel de una consumidora voraz  de cosméticos, playas, ropas; esto con un doble juego: no la muestra inteligente, pero sí apunta a que decida la compra: y en esto recuerdo a la pareja de la tarjeta de Banco Galicia.  El mercado es quien define qué mujer necesita para seguir alimentando el engranaje de la economía y para ello utiliza recursos económicos, simbólicos, sociales y culturales ocultando toda posibilidad de autonomía de la mujer.»   Aquí Gerez va más allá cuando sostiene que se intenta mostrar a los programas y a las publicidades como compartimentos estancos cuando, sin embargo, están totalmente relacionados. No deberían hacerse los desentendidos, parecería expresar, ni los  programas, ni los responsables  de las publicidades. Se profundiza la violencia simbólica en unos y otros, en un círculo difícil de cortar.


 


Por su parte, y en consonancia, Gerez también se detiene en los dos iconos que utilizan los medios hegemónicos con los que operan en los sentidos a través de las imágenes que construyen de las mujeres. Por un lado, el ideal de belleza y por otro la reproducción de la mujer como ama de casa. Ama de casa que no olvida (¡vaya si no lo hace!) que es la  ´cuidadora natural´, situación que  la ubica en un lugar de subordinación con respecto a los varones, como si su lugar en la sociedad fuera el de ser y estar para satisfacer a un otro: «La imagen que los medios reproducen sobre qué es ser mujer impacta como mandato, muchas veces opera de manera inconsciente aunque la mayoría de las veces de una manera burda. Nos dicen cómo tenemos que vestirnos, que debemos ser delgadas, que podemos trabajar pero no podemos dejar de cuidar a otros, seguir siendo quienes se encargan del trabajo doméstico. “ 


 


La reflexión final de  Gutiérrez es, sin embargo, optimista respecto del futuro: “Algunos cambios se van logrando, muchas veces por empuje del movimiento de mujeres y el seguimiento a través de observatorios de medios o acciones focalizadas se va plasmando la posibilidad de rever y discutir nuevos tratamientos y formatos. Podemos celebrar la formación de redes de comunicadoras y comunicadores sociales que se atreven a romper con la hegemonía del discurso y además trabajar en la construcción de guías y protocolos destinados a comunicar a sujetos y sujetas de derechos. Por otro lado, es necesario seguir insistiendo en la formación de comunicadores con perspectiva de género y además hacer posibles sanciones ejemplificadoras a los medios que violen los derechos humanos de las mujeres a través de un observatorio con más herramientas y presupuestos.”


 


Gerez, también, reflexiona sobre la hipocresía que existe en algunos programas a la hora de abordar la temática de género cuando luego de condenar la violencia porque es «políticamente correcto», al instante se hacen comentarios que siguen reproduciendo esa desigualdad.  Posa su mirada crítica sobre la comunicación en general y advierte que falta una comunicación no sexista en un sentido integral”, aunque también es optimista: “En los últimos tiempos se están empezando a escuchar con mayor relevancia otros discursos. Hay periodistas, en su mayoría mujeres, aliadas del movimiento de mujeres y feminista, que pelean en sus redacciones y con sus jefes para que nuestras luchas se reflejen, para colar una nota. Luego del Ni Una Menos, algo despertó en nuestra sociedad, y los medios son expresión de esos cambios culturales que se vienen gestando. Pero también cumplen un rol importante en sociedades tan mediatizadas como las nuestras, y en ese sentido tienen que hacerse cargo de cumplir con los protocolos y guías para comunicar desde una mirada no sexista, igualitaria y que respete y visibilice las diversidades sexo-genéricas.”


 


Escuchar a periodistas varones, conductores de programas de radio tradicionales, «notar» la falta de participación femenina, por ejemplo, en la conformación de la nueva CGT quizás sea un ejemplo que aliente a continuar en ese camino que marcan estas mujeres respecto de la concientización necesaria sobre todo desde los medios. 


 


A su turno, Frois desasna la cuestión teórica que está detrás de la exhibición en todas sus formas del cuerpo femenino en los medios:  “Cuando hablamos de violencia contra las mujeres se suele circunscribir la cuestión al acto violento sobre su cuerpo, pero desde los estudios de género se puede advertir que la violencia física es la resolución de la violencia simbólica, es el éxito que tiene la violencia simbólica sobre el dominio del cuerpo de las mujeres. Es necesario comprender que para que precipite un acto en violencia tiene que haber un discurso que lo sostenga (ese discurso pueden ser palabras e imágenes) que se va construyendo durante toda la vida.» 


 


Natura o cultura


 


Una ¿discusión? recurrente es también citada aquí por Frois cuando asegura que al momento de nacer nos asignan un género que es el resultante de una construcción cultural: «no es natural, si lo fuera deberíamos preguntarnos por qué tanto esfuerzo de la cultura por mostrarnos lo que tenemos que hacer. Hay una violencia simbólica subjetiva subterránea y por eso es necesario hablar de los procesos culturales. Una de las usinas más importantes para lograr eso es la televisión, los otros medios tienen algo más de crítica (la gráfica y la radio) incluso hay compañeras formadas en género en esos medios, pero no abundan en la televisión.»


 


Por último, Frois sugiere que en un medio como la televisión, deberían existir más espacios dedicados al análisis y a la autocrítica, medios que reflexionen sobre los medios. Ya que la televisión toma el cuerpo femenino como un objeto, entonces es evidente que mandará el mercado el cual refuerza los estereotipos. Las mujeres , al ser tratadas como muñecas vivientes están puestas para el deseo de los hombres, para el goce de los demás, y se encuentran virtualmente obligadas a asumir un rol de tontas. 


 


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La importancia y la necesidad de espacios como la Defensoría del Público creada por la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, es también resaltada por Frois.


 


De hecho, hay numerosos ejemplos de denuncias presentadas al organismo que han concluido con las retractaciones y disculpas en cada caso. En la página oficial de la Defensoría puede leerse: «La violencia que se presenta a través de los medios es un problema serio por la importancia que estos tienen en la construcción de las relaciones sociales. Cuando se insiste en referirse a las mujeres de maneras negativas, se refuerzan estereotipos, se niegan problemas reales y se atenta contra derechos adquiridos o reivindicados por quienes luchan contra la violencia de género.  A modo de ejemplo se puede citar la conducta reciente del periodista Jorge Rial en relación con la mediática Marianela Mirra, durante una emisión que le valió una denuncia del Observatorio de la Discriminación en Radio y Televisión. Desde la aparición de la joven en el ciclo Gran Hermano y en cada entrevista en su programa Intrusos, Rial mostró siempre en cámara su admiración y deseo por el cuerpo de Mirra. Esta actitud es un ejemplo de cosificación, dado que se valora a la mujer por su físico y se invisibilizan otras cualidades.»


 


Finalmente, Frois vuelve hacia la representación del cuerpo femenino en la televisión en sus dos aristas, la utilización a la hora de mantener en orden un hogar (un rol pasivo) y por otro lado, el de prostituta (como el rol activo). Casi como un deber, se vuelve indispensable entonces desarmar ese sentido común, y los medios, otra vez, tienen una gran responsabilidad y a la vez posibilidad. 


 


Como una voz en coro, se alzan Gutiérrez, Gerez y Frois: se necesitan más periodistas que hayan transitado una formación en perspectiva de género, hombres y mujeres con el compromiso de tomar en serio estos temas y replicarlos para naturalizar, alguna vez, la defensa de los derechos de la mujer desde una óptica de derechos humanos.


 


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  1  El uso del cuerpo femenino en los medios de comunicación masiva. Cuerpos femeninos en programas y publicidades de la televisión argentina actual. Estereotipos, roles y criterios de belleza. Marisa Gugliotta. Tesis para optar por el grado de Magíster en Educación Corporal Directora Magister Daniela Yutzis, Universidad Nacional de La Plata


 


*Este artículo fue producido en el marco del taller virtual de escritura periodística con perspectiva de género «Periodimo con G», que dicta Sonia Santoro.