15 PREGUNTAS A UNA ESCRITORA: CLAUDIA PIÑEIRO

Claudia Piñeiro es como esos personajes de novela que a pesar de su apariencia calma, sorprenden con sus cambios drásticos y decisivos. Así por lo menos, fue como dejó de ser contadora para dedicarse a escribir.
 

Por Sonia Santoro

Mientras prepara una nueva novela, que se conocerá seguramente el próximo año, la autora recibió a esta cronista en su casa del conurbano. Dejar atrás la ciudad y adentrarse en las calles silenciosas del country donde vive, remite inevitablemente a su libro más popular: La viuda de los jueves. El cielo húmedo y gris de esta mañana de agosto, resalta el verde de ese paisaje bucólico, que tan bien supo tensionar a través de su pluma. Todo se ve desde los ventanales de su living, donde se arrinconan algunas traducciones al italiano de Betibú y otras tantas al alemán y al croata de Las viudas…
Con voz suave y hablar suelto, Claudia respondió las 15 preguntas de este cuestionario.
 
-¿Hubo un día en que decidiste ser escritora?
Hubo un día en que asumí que podía ser escritora en el sentido que siempre escribí pero nunca creí que eso podría ser mi medio de vida, mi profesión. Era algo paralelo a otra profesión. En mi familia no había ni escritores ni ningún tipo de artista pero a su vez en ese mundo yo escribía. Entonces cuando había que elegir una carrera la elegí desde otro lugar. Quería estudiar Sociología pero ese año la dictadura cerró la carrera y otras, entonces estudié Ciencias Económicas, que era la carrera que habían empezado mi mamá y mi papá y no habían terminado. Pensé algo hay que estudiar y eso me va a permitir trabajar, las matemáticas me gustaban.
En la facultad teníamos un dicho, parafraseando a San Martin: “seras lo que debas ser o serás contador público nacional”.
Más allá de eso seguía escribiendo, seguía formándome en talleres con Enrique Medina, etc y en un momento mandé una novela por primera vez a un concurso en la Sonrisa Vertical de Tusquet. Me pedí una licencia en el trabajo y me puse a escribir la novela, fui a buscar las bases después porque me quedaba lejos Tusquets, y cuando llego era para la Sonrisa Vertical, entonces tenia que escribir una novela y erótica. La cuestión es que la mandé y quede entre los diez finalistas y ese día yo recibí un espejo: “si te dedicas a esto a lo mejor algo lográs”. Eso fue ese espejo que muchas veces necesitamos. Que alguien nos diga por acá puede ir la cosa.
 
-¿Cuándo escribiste tu primer relato?
Me acuerdo de cosas que escribía cuando era más chica, cuando empecé escribía muchos poemas, como todos los chicos. Y después cuentos porque la cosa de formarte en un taller… a mi me sale mas escribir novelas pero la dinámica de un taller es más propicia para los cuentos y terminás escribiendo cuentos para llevar al taller.
 
-¿Existe una escritura femenina?
Cada uno tiene un punto de vista para mirar al mundo. Y cuando se pone a mirar al mundo a través de sus personajes trata de que lo miren sus personajes, pero a veces se filtra tu mirada, no hay más remedio. En ese sentido creo que sí hay un punto de vista, pero que es tanto femenino como generacional, ideológico, de raza, de religión etc, hay un montón de cosas que condicionan tu mirada.
El hecho de ser mujer me parece que condiciona tu mirada.
 
-¿En qué te diferencia ser mujer a la hora de escribir?
A la hora de escribir y de leer. Me acuerdo de un concurso en el que fui jurado, con varones. Había una novela que transcurría en un lugar del África y había unas mujeres que las secuestraban y las ponían en unas carpas y las violaban, etc. Había un personaje secundario pero bastante importante y luego no se sabía lo que pasaba con él. Cuando especulábamos con los jurados, los escritores decían que seguro la había escrito una mujer porque tenía mucha parte romántica la novela. Y yo decía que la había escrito un hombre porque solo un hombre hubiera dejado ese hilo suelto.
O sea, hay otra cosa que tiene mucho más que ver con lo femenino o no lo femenino, que es mirar el mundo de una situación de género muy particular.
Y era un hombre el que lo había escrito.
 
-¿Qué es ser escritora para vos?
Es ontológico. Uno escribe y después se pregunta por qué escribe o por qué es escritor pero hay una necesidad básica de escribir. Ni siquiera te diría de comunicarte a través de la escritura. Uno necesita escribir y después necesitás que alguien lea eso y que se complete eso en la cabeza del lector porque en definitiva es un acto de comunicación.
Es una necesidad con las que algunos nacemos y otros no, no todo el mundo necesita escribir, ni siquiera todo el mundo necesita leer. Por más que a los que leemos nos parece fundamental leer hay gente que no siente que no siente esa necesidad y puede tener una vida plena y larga e interesante sin haber leído y sin haber escrito por supuesto. Pero a otros nos es imposible. Uno ya viene con ese paquete, uno no es sin la escritura, ya está.
 
-¿Para qué sirve escribir?
En este sentido, sirve para no defraudarte a vos mismo. No solamente la escritura. Hay muchas otras cosas que uno niega y no las hace y eso te impide desarrollar determinadas posibilidades, deseos, etc. Para lo que sirve a quienes tienen ese motor es para ser fieles a su deseo, a su necesidad, a lo que son.
 
-¿Quiènes te inspiran, a quiénes admiras?
Yo soy un tipo de lector caótico y bulímico, en el sentido de que como no hice Letras no tengo un ordenamiento de lectura dado por una universidad. Entonces fui leyendo de todo en función a cómo yo accedí a esas lecturas. En general, la mayor parte de las veces por recomendaciones que uno va armando como una cofradía de lectores. A lo mejor no son tus mejores amigos pero si son las personas a las que les preguntás “¿Qué estás leyendo? Quiero leer algo de este tipo ¿qué leo?” En ese mecanismo fueron apareciendo un montón de lecturas.
Si tengo que hablar de los novelistas actuales diría que los dos que más he leído en los últimos años son (John Maxwell) Coetzee y David Lodge, uno es sudafricano y el otro es inglés. A mí la novela inglesa me gusta mucho. Lodge tiene un humor particular que a mí me atrae mucho. Y Coetzze tiene una intensidad que a veces es difícil de tolerar. Van compensándose esas dos lecturas.
Más allá de esas lecturas, me gustan muchos los cuentos de (Antón) Chejov, y americanos como (John) Cheever, (Raymond) Carver.
De acá, si tengo que elegir ahora, iría y buscaría una novela de Manuel Puig, que es lo que siento más cercano, más allá de la admiración que puedo tener por (Jorge Luis) Borges, (Juan José) Saer, por (Ricardo) Piglia, un montón de autores nacionales.
 
-¿Tenés rituales o manías antes, durante o después de la escritura?
Tengo bastante facilidad para escribir en cualquier lado. Esto de los ordenadores portátiles hacen que uno pueda escribir en cualquier lado. Cuando mis chicos eran chicos me concentraba para escribir mucho hasta las cinco de la tarde, cuando ellos volvían del colegio. Después ellos fueron creciendo y ya aunque los voy a buscar al colegio, secundario, no me necesitan tanto como antes y ni siquiera les interesa estar conmigo. Entonces tomamos la leche y vamos a hacer nuestras cosas. El tiempo se desorganizó un poco.
Soy una escritora diurna. Y no hay nada que diga sin esto yo no puedo escribir.
 
-¿Quiénes te leen?
Tengo tantos lectores que supongo que hay una variedad muy amplia de gente ahí adentro. Hay lectores que a lo mejor leen muy poco y pueden entrar a mis novelas y leerlas en un plano. Y a lo mejor hay otros que leen con otra profundidad y pueden entrar en otro plano. Tengo la sensación de que no tengo un lector único.
Un señor que iba a un colegio nocturno me dijo que le habían dado para leer Tuja y que gracias a eso se dio cuenta que podía terminar un libro y ahora iba a leer otro. Y hasta profesores de universidades del exterior que me consultan porque están analizando la novela.
Una novela que le va bien en Argentina debe vender unos 5000 ejemplares, Las viudas de los jueves lleva vendidos unos 300 mil, en ese abanico no puede pensarse en un tipo de lector porque no llegas.
 
-La crítica…
Si te dijera que no me importa no es cierto, a mí me importa lo que opina cualquiera, si viene un lector y me dice que mi novela le pareció una porquería también me afecta, me voy a poner mal.
Me interesa la crítica cuando marca algunas cosas de las cuales una puede aprender. A veces vos sentís que hay un prejuicio y que lo que va a hacer el crítico es a comprobar una tesis que ya viene de antes. Por ejemplo, un bet seller no puede ser buena literatura o una persona que fue a talleres literarios no puede escribir bien. Eso me interesa menos.
Rosa Montero dice que cuando uno escribe una novela es como si se sacara el hígado, lo pone sobre la mesa y quiere que todos le digan “qué lindo tu hígado”. A veces pasa que no te dicen qué lindo tu hígado.
Pero con el tiempo te vas fogueando.
 
-¿En qué género te sentís más cómoda?
En la novela. A mí me parece, como dice David Lodge, que la novela es el desarrollo de la conciencia de los personajes y a mí me interesa eso, escribir una novela para ver quiénes son esos personajes. Y el lenguaje está en función de esos personajes y la trama no existe más allá de la necesidad de ver quiénes son esos personajes. Uno no inventa una trama para que haya sucesos, sino para poner a personajes ante situaciones de decisión y que al decidir uno sepa quiénes son.
 
-¿Qué libro te falta escribir?
Este que estoy escribiendo es uno que me faltaba. Hay una presencia de la figura paterna que en otras no había, sí tenía Elena sabe donde había una figura materna importante. Hay mucha literatura de padre-hijo hombre pero no de padre a hija, no es igual.
 
-¿Planificás las estructuras de los libros, sabés cómo terminan tus historias antes de empezar?
Me siento a escribir con una primera escena muy armada en la cabeza. Aparece una imagen, la dejo en la cabeza y cuando se madura y aparecen los personajes y sé más o menos hacia donde van, recién ahí me pongo a escribir. Pero antes de ponerme a escribir me imagino un final posible. Lo que sucede es que ese final posible muchas veces en el desarrollo de la novela se modifica. Y muchas veces me pasa que estoy en una traba, no puedo seguir y es porque quiero forzar seguir hacia ese final y muchas veces lo que hay que hacer es cambiar ese final.
En cuanto a cómo va a ser la estructura me parece que la novela te la va pidiendo. Sí la tengo en cuenta, me parecen muy importantes las estructuras de las novelas, cómo uno va dosificando la información, qué decide contar ahora y qué después, cómo va diagramando esa estrategia de contar.
Pero me parece que al principio nunca está eso en primer plano. Hay un momento de la escritura en que la estructura se separa y te obliga a pensar cómo va a ser la estructura de esta novela. Y después se junta de nuevo y sigue. Pero hay un momento en que tenés que decidir.
 
-¿Qué escribiste hoy?
Me levanté muy temprano, como a las cinco de la mañana. Escribí bastante de mi novela. La revisé toda otra vez y además escribí dos o tres capítulos muy cortos de enlace de otras cosas.
 
-¿Qué se dirá de vos dentro de 10 o 20?
No me hagas pensar eso porque me deprime. No, dentro de 10 años supongo que todavía estaré en las mismas cosas, dentro de 20 lo veo más difícil. A lo mejor no, a lo mejor uno llega con una plenitud que hoy te parece que quizás no sea tal. Pero me parece que seguiré escribiendo mientras tenga cosas que merezcan la pena ser contadas.
En lo personal espero que tendré algún nieto, así que me imagino también ocupándome de esas cosas.